Hace poco leía una frase de la escritora y periodista turca Ece Temelkuran que me pareció de lo más expresiva y elocuente: “Debatir con la extrema derecha, los intolerantes y los corruptos es como jugar al ajedrez con un buitre: derribará todas las piezas, ensuciará el tablero, y luego saldrá volando, atribuyéndose orgullosa la victoria y dejándote a ti la tarea de tener que limpiar sus excrementos”; es decir, es algo imposible, exasperante, demencial. Seguro que a muchos nos llegan nombres y situaciones recientes de la vida política actual, y a veces también de la vida personal, que cuadran perfectamente con este símil.
Por eso, los grandes expertos en la maldad extrema humana (narcisismos, psicopatías, sociopatías), recomiendan lo que se llama, en lenguaje simbólico y coloquial, “contacto cero”, es decir, en lo posible distancia absoluta con este tipo de grupos y personas, porque cualquier contacto es infructuoso y produce gran frustración. Robert Hare, el mayor experto en el mundo en la maldad humana, dice que cualquier “guerra” con estos personajes está perdida siempre de antemano, porque son capaces de cualquier cosa para conseguir lo que buscan, casi siempre causando daños y perjuicios en otros sin culpa, compasión y sin remordimiento algunos.
Y al ser preguntado, en una entrevista de 2007, por cómo percibe el futuro de la humanidad, sabiendo como sabe tanto sobre la maldad humana, respondió que no tiene esperanza o tiene muy poca, “porque la sociedad no puede defenderse de los psicópatas, son ellos los que hacen las reglas, imponen los principios, y gastan millones para explicar al mundo que lo que hacen es fantástico”. Y “uno sólo de estos personajes que carecen de conciencia, de empatía y de sentido de la moral, puede influir en miles, en millones de personas, y, finalmente, dirigen el destino del mundo”. Aunque quiero creer que sí hay esperanza y sí se pueden hacer cosas, como denunciar, como desenmascarar, como informar. En la medida en que estemos informados sobre la maldad humana, seremos capaces de desenmascararla y defendernos de ella.
Volví a recordar esta entrevista hace unos días, cuando salió en prensa la noticia de las conclusiones finales del Tribunal Constitucional en el caso de los ERE de Andalucía. Tras tantos años de ser utilizados por las derechas como un mantra de acoso y derribo contra el PSOE, y tras convertirse en la palanca que finiquitó la hegemonía de las izquierdas en Andalucía, ahora, en las últimas instancias jurídicas que han evaluado el caso, ha resultado que todo fue una mentira, o, al menos, en parte. A juicio del Constitucional, no hubo ninguna trama política que organizara ningún fraude en la concesión de ayudas a empresas por parte del gobierno andaluz; además, eran ayudas que estaban basadas en unos presupuestos que fueron votados y aprobados en el Parlamento.
Lo expuesto por el TC viene a decir que, puesto que las ayudas a las empresas en crisis a través de expedientes de regulación de empleo (ERE) se llevaron a cabo en base a leyes presupuestarias aprobadas, no se pudo producir prevaricación ni malversación por parte de los responsables. Griñan, en consecuencia, está exento de los delitos por los que fue condenado y su condena de cárcel queda anulada. Sobre Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía desde 1990 hasta 2009, como máximo responsable del gobierno regional recae toda responsabilidad por las irregularidades que pudo haber, pero no en calidad de implicado. Pero el daño está hecho.
En resumen y conclusión, ha habido muchísimo más ruido que nueces, publicidad falsa, propaganda de las derechas, persecución judicial, que verdad; pero en ese camino la realidad es que se hundió el PSOE en Andalucía; que desde que se inició esta trama no ha ganado en comicios ninguna fuerza progresista en esta región, que se ha demonizado al PSOE desde entonces, y que las derechas lograron hacerse con el poder en esta comunidad progresista por tradición y definición. Muchos piensan que alguna irregularidad que quizás hubo en la aplicación de esos ERE pudieron ser el simple pretexto para generar un escándalo mayúsculo que, multiplicado por mil, desprestigiara al PSOE y dejara las puertas abiertas a las derechas en el Parlamento andaluz. Tenemos bien sabido que algunos, incapaces por méritos propios de ganar elecciones por las urnas, llegan al triunfo a través de sucias artimañas solo propias de manipuladores, canallas y corruptos. Recordemos el “tamayazo” famoso en 2003 que permitió entrar a las derechas en el gobierno de Madrid, o el caso Oltra, o la persecución judicial a Iglesias o los bulos contra Podemos.
Resulta curioso y sorprendente que corrupciones mucho más importantes y demoledoras, como la muerte de casi ocho mil ancianos que se dejaron morir, sin ayuda médica en Madrid por órdenes de la presidenta de la Comunidad, queden impunes. Y aquí no ha pasado nada.
Y es también curioso, aunque para nada sorprendente, que las derechas lleven dos años investigando a la familia de Sánchez, sobre todo a su mujer. Y erre que erre buscando irregularidades que no encuentran, porque no hay. NO hay caso Begonia Gómez. Sí hay bulos, odio, acoso y mentiras. Ya sabemos que de manera lícita, limpia y decente algunos son incapaces de ganar ningún pulso democrático. Quizás porque no son demócratas