En el año 1993, Amnistía Internacional  denunció: “Los terratenientes  locales han contratado a un pistolero para matar al obispo Pedro Casaldáliga como venganza por su defensa  de los derechos sobre la tierra de los indígenas xavantes que habitan la región”.

En Brasil, son 500.000 los indios que vivirían actualmente en unos 225 pueblos. Sus expectativas de vida son de 42,6 años frente a los 67 de un brasileño no indio. En la Prelatura de la que fue obispo Pedro Casaldáliga  viven los indios Xavantes, además de los Karajás, Tapirapés y otros.

Acaba de saltar ahora la noticia de que Casaldáliga, obispo desde 1971  en el  Mato Grosso (Brasil), en la Prelatura de Sao Félix do Araguaia, ya jubilado y con 84 años, que  no regresó a España ni siquiera cuando murió su madre, ha sido amenazado de muerte.

Pedro Casaldáliga llegó a la región del Araguaia en julio de 1968. Eran tiempos de la dictadura militar  en Brasil, en que grandes empresas agropecuarias  se adentraban  en la región, invadían territorios  y expulsaban a posseiros e indígenas.

Pedro se identificó desde el principio con los más pobres, porque ellos están en el centro de su vivencia cristiana. El 23 de octubre de 1971  fue ordenado obispo y lanza su primera carta pastoral: “Una iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social”. Fue secuestrada. Llegaba inoportuna, pero valiente, la voz de Pedro en aquel momento en que la dictadura  intensificaba su control  e intentaba silenciar todas las voces críticas.

“Los pueblos indígenas, le decía en una entrevista a Téofilo Cabestrero,  son en mi sensibilidad pastoral una prioridad, porque es la prioridad más evangélica. Por dos motivos: primero porque son los más pobres,  como personas y como pueblo. No digo que sean los menos felices. Como personas y como pueblo  tienen sobre sí la sentencia  de muerte más inmediata, la muerte más lógica a partir del sistema. Y en segundo lugar, son también los seres más evangélicos, porque siendo los más pobres, los menores, los más desamparados, son también los más libres de espíritu, los más comunitarios y los que viven más armónicamente con la naturaleza”.

El  año 1978  fue considerado en Brasil el “Año de los  Mártires” de la causa indígena, se celebraban 350 años  desde  la muerte  de millares de indios, sacrificados por los imperios  cristianos de España y Portugal.  Visitando las ruinas de San Miguel, en el rio Grande del Sur    -“ese monumento-herida en desafío”-, Pedro escribió:
Proclama Indígena

 …Mártires indefensos

por el Reino de Dios hecho Imperio,

por el Evangelio hecho decreto de conquista.

Víctimas  de las masacres que quedaron con nombre glorioso

en la mal contada Historia,

en la mal vivida Iglesia…

He estado con Pedro Casaldáliga y he estado con él coincidiendo con indios Xavantes, en una de las romerías o caminhada  al Santuario de los Mártires en Riberao  Bonito. Siempre, en Guatemala, Nicaragua, Perú, Brasil, etc. los indios suscitan en mí respeto sino veneración,   veneración que pude comprobar aún más en  Pedro, cuando supe  de él, misionero y obispo, que no ha bautizado en su larga vida evangelizadora   a ningún indio.  Y sé cómo estos indios quieren,  veneran y defienden a Pedro.

El nombre de Pedro es referencia y bandera de lucha en América Latina, lo es junto a otros obispos, como Oscar Arnulfo Romero, Helder Cámara, Leónidas Proaño, Sergio Méndez Arceo y el poeta sacerdote Ernesto Cardenal.  No es casualidad  que en 1987,  el Gobierno  del estado de Mato Grosso, le confiriese  la “Orden del Mérito del Mato Grosso”. Pedro, agradecido, afirmó que él y los otros dos misioneros premiados, recibían  aquella orden  “como un presente de luto”, “como brasa de holocausto”, “como herencia de sangre” y como tal transferían aquellas medallas a los tres misioneros asesinados en el estado de Mato  Grosso: Vicente Cañas, Roddolfo Lukenbain y Joao Bosco Penido. 

A nadie, pues, que siga un poco la trayectoria de este obispo poeta y profeta, le resultará una novedad esta amenaza de muerte. La llevaba encima desde que en la navidad  de 1973 , Pedro, con otros obispos, lanzó el documento: Y-Juca Pirama: “El indio que debe morir”. En él hacen una descripción  de la situación  dramática vivida por los pueblos indígenas, provocada  por la política del gobierno  y del modelo brasileño: “Hacemos nuestra la voluntad de nuestros hermanos indios de vivir y luchar  por la preservación de su cultura. No trabajamos por una causa perdida,  porque se trata de una causa profundamente humana,  por la que vale la pena incluso morir, si fuera preciso…En consecuencia, no aceptaremos ser instrumentos  del sistema capitalista brasileño… Si tuviéramos  la humildad intrépida  de aprender de los indios, tal vez nos sintiéramos  llevados a transformar nuestra mentalidad individualista y las correspondientes estructuras económicas, políticas, sociales y religiosas”.

¿Sorprenderá ahora saber que, en la visita de 1978  a las ruinas de San Miguel, le nació al obispo Pedro la Misa de la Tierra sin males? Misa que se celebró  por primera vez el día 22 de abril  de 1979, en la catedral de la Seo, de Sao Paulo,  con asistencia de 30 obispos y 10.000 fieles? Misa escrita a la par con Pedro Tierra, expreso político y ex miembro de una organización armada de Brasil; musicalizada por Martín Coplas, argentino de origen indígena, quéchua y aymara; que denuncia el proceso colonizador,  que hace unas autocrítica de la práctica misionera, que habla del pasado  y también de la opresión actual, que  convoca a la solidaridad y ofrece salidas, que está siendo instrumento de concientización y compromiso en España en las ciudades en  que se ha estrenado: Soria, Salamanca, Palencia, Santander, etc.  ¿Misa prohibida?

Es agitada la historia de las  invasiones,  compra y venta, intentos de devolución de las tierras de los Xavantes  desde que la hacienda Suiá –Missú se apoderó de ella. Hoy la sentencia judicial, hecha pública el 6 de noviembre, es a favor de los indios Xavantes. Los ocupantes deberán salir de ellas y dejarlas en manos de quienes por generaciones vivieron en ellas, aun  cuando no tuvieran títulos formales de propiedad.

Los obispos brasileños, han apoyado las tesis de Pedro Casaldáliga y de Tomás Balduíno que redactaron y entregaron al Gobierno brasileño  un  proyecto sobre el   Estatuto de los Pueblos Indígenas”,  reivindicando como prioridad la lucha por la tierra como  patrimonio cultural y referencia básica  de sus valores , mitos y campo de su historia.

La Constitución brasileña, vigente desde 1988, es sin duda una de las más avanzadas del mundo, en lo que se refiere  a los derechos de los pueblos aborígenes. Fue aplaudida y puesta como modelo a seguir por la Organización  de las Naciones Unidas.

Esperamos que esta vez el veredicto se cumpla y se haga verdad que la ley  del Derecho está sobre la ley de la Fuerza.