Cuántas veces habremos oído eso de que la práctica de un deporte fomenta valores y es muy recomendable para niños y niñas. Así debería ser.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Aunque sea en pantalón corto y deportivas. Porque a veces es muy difícil, por no decir imposible, mantener tales afirmaciones sin sentirse una impostora, a poco que echemos un vistazo a determinadas noticias.

Leía estos días, respecto del próximo Mundial de Qatar, las declaraciones hechas al respecto de la postura del país anfitrión sobre la homosexualidad. Ante la crítica acerca de celebrar un evento deportivo en un país que castiga la homosexualidad, se responde que se admitirá la presencia de personas LGTBI, pero se pide que no manifiesten su afecto en público. Que es tanto como no decir nada. Porque, salvo que pidan un carnet de orientación sexual, nada identifica a este colectivo que no sea comportarse con libertad. Y si no pueden hacerlo, decir que podrán asistir a los partidos es un brindis al sol. O ni eso.

No debía extrañarnos que algún genio diga semejante lindeza, porque es como piensan. Lo verdaderamente alarmante es que el resto del mundo se conforme con semejantes declaraciones para mirar hacia otro lado y seguir con el proyectado Mundial. Poderoso caballero es Don Dinero y no vengan con esas exquisiteces de Derechos Humanos a estropearlo.

No es el único caso, por desgracia. Todavía se ignora el destino de la tenista china que osó denunciar un atentado contra su libertad sexual por parte de uno de esos gerifaltes que se consideran intocables. Y sí, aunque se ha decidido -y hay que valorarlo- no celebrar más torneos en China hasta que el tema se aclare, no he oído nada sobre suspender la futura Olimpiada de invierno de Pekín. Otra exquisitez que no debe restar brillo al evento.

Recuerdo, cuando era pequeña, los boicots que a uno y otro lado de la Guerra Fría se hicieron de las Olimpiadas, y cómo se criticó después mezclar deporte con política. Pero seguimos mezclándolo, y de la peor manera. Y solo una decisión política podía hacer que primen los Derechos Humanos sobre los intereses económicos, y eso temo que no lo vamos a ver.

Es una lástima que solo podamos confiar en acciones individuales de deportistas. Como la de la campeona de ajedrez que no acudió a revalidar su título en Arabia Saudí porque les obligaban a llevar velo, entre otras muestras de desprecio al sexo femenino.

En estos tiempos que tanto se saca pecho con banderas e identidades nacionales, bien podría plantearse alguien lo que se manchan esas banderas cuando se lucen en contra de los Derechos Humanos. Pero no lo veremos.