Todos los países con sistemas democráticos tienen organismos dedicados a la recopilación y difusión de sus estadísticas oficiales en las que se basan las investigaciones académicas y los análisis de los gobiernos para implementar sus políticas. Las dictaduras también los tienen pero su fiabilidad es escasa porque los manipulan al gusto del autócrata de turno.
En la UE, Eurostat es la oficina encargada de promover la armonización de las estadísticas de los 26 países que la integran para que sean homologables y comparables. La OCDE es otro ente supraestatal que elabora estadísticas socioeconómicas de sus estados miembros y podríamos seguir enumerando organismos regionales en los cinco continentes que son fuentes fiables de datos.
Pero, con la llegada al poder de dictadores como Trump, Milei, Putin o el matrimonio Ortega Murillo en Nicaragua, la internacional reaccionaria ha dado una vuelta de tuerca más al negacionismo y anuncia sin pudor, ni recato alguno, que dejarán de facilitar estadísticas oficiales sobre todos las realidades que niegan como el cambio climático, las vacunas, la violencia machista o, simplemente, les incomodan o no entran dentro de sus prejuicios.
En Estados Unidos, el gobierno dictatorial trumpista lo ha confirmado ya con su cinismo habitual al tiempo que la emprendía contra las universidades para censurar sus investigaciones y obligarlas a plegarse a sus delirantes designios en cuestiones vitales como la salud, la historia, la educación o cualquier otro aspecto de la vida humana.
En la guerra cultural permanente en la que está embarcado el universo ultra, las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular o con acuerdos con VOX toman también la vereda del silencio estadístico o censura para no suministrar datos sobre realidades incómodas para la ideología conservadora. Durante la etapa independentista de la Generalitat catalana también se registraron episodios de ocultamiento estadístico.
La locura dictatorial en Rusia, por ejemplo, llega hasta el extremo de manipular la cifras de mortalidad para enmascarar las muertes provocadas por la invasión de Ucrania, ocultando las causas de los decesos.
El negacionismo ha caído en el absolutismo al negarlo casi todo en su lucha por imponer sus mentiras o hechos alternativos y despreciar el rigor de la ciencia, la racionalidad, el bien común o el imperio de la ley.