Hoy me asomo a estas páginas para contar algo que me pasó, y reflexionar sobre ello. Porque aún lo estoy procesando.

Estábamos en el fragor de la verbena. Mi hija pidió al DJ que pusiera Ay mamá, la canción de Rigoberta Bandini que tanto dio que hablar en el Benidorm Fest y que se escucha en todas partes. Cuál no sería su sorpresa -y la mía- cuando le dijo que no la ponía porque era ideológica. Tal cual.

No voy a hacer sangre contra el tipo que, más que probablemente, haya tenido algún incidente con la canción y quiera evitar polémicas ahora que, por fin, se puede volver a trabajar en el sector. Pero sí en el hecho. Porque me preocupa.

El tema en cuestión fue vetado por “ideológico” cuando nada en la letra habla de otra cosa que no seamos las mujeres, tetas incluidas. Mientras tanto, se escuchaban temas en los que se habla de las mujeres como todo el mundo sabe que se hace en la mayoría de canciones de reggaetón, con sus excepciones. El machismo no tiene veto.

Pero, y esto es lo sorprendente, tampoco lo tiene una canción que aboga por la legalización de las drogas, que todo el mundo canta a voz en grito, o el Bella Ciao que, a poco que se sepa de historia, sí tiene un evidente componente ideológico.

Siempre he dicho que, entre todos los tipos de igualdad, la igualdad entre mujeres y hombres es de segunda división. Y cosas como esta me lo confirman. Basta con sospechar que alguien se pueda enfadar por lo que se ha considerado un himno feminista para cortar el posible problema de raíz. Cuando lo que habría de cortar de raíz es, precisamente, el hecho de que alguien se pueda enfadar por que se cante un presunto himno feminista. Y si no, recordemos lo que la RAE -en absoluto sospechosa de feminismo pernicioso- dice que es el feminismo: “el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”

Estoy casi segura que si mi hija hubiera pedido una canción que exaltara la igualdad entre las etnias, o entre las naciones, las religiones, las diversas capacidades o la orientación sexual, no se le hubiera ocurrido decirle que eso era ideológico. Y si a alguien le enfada, que siempre lo hay, no lo hubiera dicho en voz alta.

Y es que, por más que las leyes nos recuerden lo que desde hace tiempo tenemos reconocido, la sociedad no siempre estamos a la altura. Y se lo ponemos difícil a esos DJ que tienen que ganarse la vida.