Hoy es 25 de noviembre, día para la eliminación de la violencia contra las mujeres. En principio, no es un día de celebración. Es un día de homenaje a las víctimas, de concienciación social y de reivindicación de medios y de acciones para acabar con esta tragedia que acaba con la vida de muchas mujeres, de niñas y de niños, y que destroza la vida de muchas personas. Pero este año, como excepción, sí es un día de celebración, al menos por un motivo. Y no es otro que el nombramiento de una nueva fiscal general del Estado, Teresa Peramato.

Más allá de las tristes circunstancias en que se produce el relevo en esta primordial figura de nuestra estructura constitucional, no queda más remedio que mirar al futuro. Y esto futuro se ha hecho hoy presente en la figura de la nueva cabeza de la fiscalía.

Digo, y repito, que es una buena noticia. Y son varias las razones que me llevan a afirmarlo.

En primer término, porque es una fiscal de carrera. Como fiscal que soy, y sin perjuicio de reconocer el mérito que pudieran tener otros fiscales generales del estado que no pertenecían a esta carrera, yo celebro que sea alguien “de la casa”. Porque nadie conoce mejor nuestra carrera que alguien que lleva en ella más de treinta años, sirviendo, además, en difíciles y comprometidos destinos. En los últimos años, ha sido adjunta a la primera fiscal de sala, la añorada Soledad Cazorla, Fiscal de la fiscalía ante el Tribual Constitucional, Fiscal de Sala para la Violencia sobre la mujer, y la cabeza de la fiscalía penal del Tribunal Supremo. Ahí es nada. Para acabar de componer el puzle, también ha sido presidenta de la Unión Progresista de fiscales.

La segunda de las razones es que es una mujer, y siempre es un motivo de celebración para la igualdad ente hombres y mujeres dar un paso más en esa equiparación, teniendo en cuenta que hasta diciembre de 1966 se nos estaba vedado el acceso a la carrera fiscal por ley, y que hasta bien entrados los 70 no hubo mujeres fiscales.

El tercer motivo de celebración es, tal vez, el que más tiene que ver con el día que conmemoramos. La nueva fiscal general del Estado es una de las mayores especialistas en violencia sobre la mujer, y esa sensibilidad y conocimiento estoy segura de que dará un mayor impulso a la lucha contra la violencia machista, especialmente en unos momentos en que la concienciación social, y en especial la de la juventud, está haciendo aguas.

Por último, y lo que resulta más obvio, es una jurista de reconocido prestigio y trayectoria, algo que, por más que sea requisito inexcusable en virtud de la Constitución, no deja de ser importante. Examinando su vida profesional, nadie podría poner una objeción a su idoneidad para el cargo. Su categoría como jurista es incuestionable.

De modo que, aunque sea como excepción a la regla, este 25 de noviembre sí que tenemos algo para celebrar.

Ahora queda empezar un camino que, a buen seguro, no será fácil, pero para el que cuenta con una carrera fiscal formada por grandísimos profesionales.

Mucha suerte y mucho ánimo para ese camino. Preparación no le falta, y no tengo ninguna duda que lo acometerá con toda la ilusión y el empuje que una tarea de este calibre requiere.

 

SUSANA GISBERT.

Fiscal y escritora (@gisb_sus)