Muy animado y fortalecido después de sus buenos resultados en las elecciones del pasado 28-A, el socialismo catalán se enfrenta ahora al desafío de los comicios municipales y europeos del 26-M con un reto principal: recuperar la alcaldía de Barcelona. La historia reciente de la capital catalana fue siempre una historia de éxito mientras estuvo dirigida y presidida, desde 1979 y hasta 2011, por cuatro alcaldes socialistas: Narcís Serra, Pasqual Maragall, Joan Clos y Jordi Hereu.

Más de tres décadas consecutivas de gobiernos municipales de progreso, con el PSC acompañado siempre por el PSUC o sus derivados y en no pocas ocasiones también por ERC, permitieron llevar a cabo unas políticas de profunda transformación de la ciudad; sin duda alguna en urbanismo, con una revolucionaria obertura al mar y la puesta en marcha de unas infraestructuras adecuadas, modernas y de reequilibrio entre sus barrios y distritos, pero sobre todo de la necesaria recuperación de la autoestima barcelonesa mediante unas políticas económicas, sociales y culturales que situaron a la capital catalana en el lugar que le correspondía en el mundo. No fueron únicamente aquellos ya tan lejanos Juegos Olímpicos de 1992, que situaron a Barcelona en el mapa del mundo y la convirtieron en un gran referente del turismo internacional, sino toda una política municipal desarrollada con gran inteligencia y rigor durante treinta y dos años hasta conseguir una transformación histórica. Y ello a pesar de los obstáculos, planteados no pocas veces desde la deslealtad institucional, por los sucesivos gobiernos de la Generalitat presididos por Jordi Pujol, a veces con la connivencia del gobierno de España presidido entonces por José María Aznar.

Luego, en 2011, la llegada de CiU al ayuntamiento de Barcelona, no lograda hasta entonces por ninguno de sus candidatos anteriores -Xavier Millet, Ramon Trias Fargas, Josep Maria Cullell, Miquel Roca Junyent, Joaquim Molins y Artur Mas- sino con el veterano Xavier Trias como alcalde, comenzó el declive para la capital catalana. Un declive marcado de entrada por la subordinación constante de la política municipal barcelonesa a los dictados de la política autonómica catalana y también por la aplicación de unas políticas regresivas, o como mínimo conservadoras, a menudo basadas simplemente en hacer lo contrario de lo que los anteriores gobiernos municipales socialistas habían llevado a cabo con éxito, además de decantarse sin más hacia posiciones independentistas.

Fue bastante lógico, por tanto, que el paso de CiU por la alcaldía de Barcelona fuese fugaz, de un único mandato, y que en 2015 las izquierdas recuperasen el gobierno municipal perdido, aunque no con un nuevo alcalde del PSC sino con una primera alcaldesa, Ada Colau, al frente de una coalición denominada Barcelona en Comú (BC) en la que confluyeron tanto la vertiente catalana de Podemos como otros grupos locales de izquierdas encabezados por ICV-EUiA,   la formación ecologista y feminista que asume la herencia del PSUC.

La personalidad de Ada Colau y su círculo más cercano, proveniente del puro activismo social -sobre todo de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH)-, su absoluta falta de experiencia de gestión, su inicial rechazo a la necesaria asunción de las más elementales reglas de una economía social de mercado, su también inicial negativa a asumir las bondades del modelo de ciudad heredado, su progresivo alineamiento con las posiciones soberanistas e incluso independentistas y su abrupta e inesperada ruptura con su único socio de gobierno, el PSC, han lastrado un mandato municipal que comenzó con muchas ilusiones y que termina con una decepción generalizada.

Buena prueba de esta decepción fueron los resultados que obtuvo en la ciudad de Barcelona en las elecciones del pasado 28-A En Comú Podem (ECP), que fue la marca avalada por Ada Colau. Con solo el 16.37% de los votos y en tercera posición, quedó muy lejos tanto de ERC, que consiguió el 23.12%, como del PSC, que logró el 22.81%. Este empate técnico entre ERC y PSC, que tiene su correlato en los diez distritos barceloneses -cinco para cada uno de estos partidos-, vaticina que el verdadero duelo por la alcaldía de Barcelona será el que enfrentará al exsocialista y ahora independentista Ernest Maragall y el socialista Jaume Collboni. Poco o nada bueno les espera a los otros candidatos, al menos si partimos de los resultados del pasado 28-A: Manuel Valls ha perdido fuelle por la deriva derechista de Ciudadanos, que solo obtuvo el 11.69%, mientras que la candidatura puigdemontista de Junts per Barcelona, con el binomio formado por el encarcelado Joaquim Forn y la exconsejera Elsa Artadi partirá del exiguo 10.08% obtenido en los recientes comicios generales. En cuanto al PP y a Vox, está por ver si finalmente consiguen hacerse un hueco en el ayuntamiento de Barcelona que surja de las urnas el próximo 26-M: el PP logró solo el 6.17% y Vox únicamente el 3.4%.