En medio de la vorágine del asunto catalán, que no es pecata minuta, existe también mucha otra realidad, aunque parezca increíble en medio de tanta bandera y tanto repentino afán patriótico que no nos redime, por otra parte, de vivir en uno de los países más vergonzosamente corruptos de Europa. Por ejemplo, Anticorrupción acaba de pedir la condena del Partido Popular por lucrarse con la trama Gürtel; el obispo de Castellón acaba de pedir a los españoles en una homilía que recen por la unión de la patria, como dios manda; saludos fascistas, banderas franquistas y cánticos del “cara al sol” cerraron la concentración en Madrid contra el referéndum catalán, en la que se vieron diversas caras de la cúpula del Partido Popular, como dios manda también. En fin, la vida sigue y, como siempre, la actualidad es compleja, diversa y agridulce, y va volviendo a la “normalidad”.

Ser “normal” es el ideal del fracasado, decía Carl Jung. No existe nada tan terrible y peligroso como la gente “normal”, decía H.P. Lovecraft. La humanidad se divide en individuos que forman el rebaño y en personas extraordinarias, decía Dostoyevski en Crimen y Castigo. Justamente son ideas contrarias a esos que defienden “la norma”, es decir, la mediocridad, y que niegan el pluralismo y la diversidad, esos mismos del pensamiento rígido y monolítico que desprecian lo que les es ajeno, y casi todo, excepto sus propios intereses, les es ajeno. Y uno de esos hombres extraordinarios con mayúsculas en este país se nos acaba de ir el día cuatro de octubre, el Día mundial de los Animales. Me refiero a Jesús Mosterín.

Nacido en Bilbao, Jesús Mosterín era un reconocido filósofo, antropólogo, matemático, catedrático de Lógica y Filosofía de la ciencia en la Universidad de Barcelona desde 1982; también profesor de investigación en el CSIC y en el Center for Philosophy of Science -Pittsburg, Pensilvania-. Fue un gran investigador, y un gran buscador de conocimiento, formando parte importante de ese escaso panorama intelectual español de los que dedican su vida a profundizar en la realidad y a dilucidar la explicación de los grandes interrogantes humanos. Autor de una treintena de libros de Filolofía, de Lógica, de religión, de Filosofía de la ciencia y de Animalismo. Apenas conocido, porque en España se conoce a Belén Esteban, pero se desconocen a esos hombres y mujeres que realmente hacen grandes cosas por la humanidad y su progreso; estos no interesan. Interesa más el cotilleo y las banalidades que dan forma a la parte más prosaica, mediocre y soez de la vida. Y Mosterín ahí no tenía cabida.

Sin embargo, si algo era este filósofo vasco es un hombre excepcional por su enorme sensibilidad y su inmenso corazón, que le condujeron hacia una solidaridad esencial y profunda hacia los seres más indefensos que sólo es propia de los más grandes. Ha sido uno de los más comprometidos animalistas que han existido en este país tan impregnado por la insensibilidad, el amor por la tortura y la crueldad heredada de tiempos lúgubres e inquisitoriales. De sus conocimientos de la ciencia proviene, quizás también, su profundo y convencido compromiso animalista. Presidente de honor del Proyecto Gran Simio, sabía muy bien que los humanos provenimos de los simios, que “somos nietos de los grandes monos”, a los que debemos, como mínimo, un trato de respeto.

Dedicó su vida a la lucha contra la tauromaquia y por la defensa de los animales, y eso es algo que, repito, en este país inconsciente, insensible y torturador, es una excepción convertida en un inmenso lujo para los que tenemos un mínimo de sensibilidad para con esos seres tan inocentes como indefensos en nuestrsa manos. Sus ideas al respecto se pueden encontrar en su libro Vivan los animales, que se conforma en un brillante e inteligente ensayo en defensa de la vida animal. Defendió en el Parlament catalá la necesidad de prohibir los toros en Cataluña, y no dudó en participar en debates de cualquier tipo donde divulgar la necesidad imperiosa de acabar con ese infame especismo con el que todos somos adoctrinados en esta oscura “cultura” de raigambre juedo-cristiana. En uno de esos debates televisivos no dudó, frente a un torero, en ponerles los puntos a las íes y llamarle asesino.

Uno de mis grandes paradigmas ideológicos, me merece mi más grande admiración y no puedo menos que reivindicar su gran labor intelectual y animalista que, espero, continúe sin demoras ni paliativos. Desde estos retazos del mundo que nos rodea, mi agradecimiento profundo y mi sincero homenaje personal. De vez en cuando nacen personas imprescindibles y llenas de significados y contenidos. Si en general los hombres son lobos para el hombre, y demonios para los animales, existen algunos seres humanos que son verdaderos “ángeles”, que nos son muy necesarios y cuya pérdida nos afecta a todos. Lo siento inmensamente por nosotros, los españoles, que perdemos a un pensador y animalista de excepción, pero sobre todo lo siento por los animales, porque se quedan sin uno de sus más grandes defensores y se quedan huérfanos de esa enorme energía que buscaba protegerlos de la insensatez y la estupidez humanas. Y ésa es la verdadera moral.

"Si un ser sufre, no puede existir justificación moral para rehusar tomar ese sufrimiento en consideración. No importa la naturaleza del ser, el principio de igualdad requiere que su sufrimiento se considere igual al sufrimiento semejante de cualquier otro ser... Es probable que llegue el día en que el resto de la creación animal pueda adquirir aquellos derechos que jamás se le podrían haber negado a no ser por obra de la tiranía." Jeremy Bentham