En los últimos años, las intervenciones militares y la política exterior del gobierno estadounidense en Oriente Medio han vuelto a poner de manifiesto su naturaleza hipócrita y agresiva. El conflicto de Yemen, la guerra entre los rebeldes hutíes y la coalición liderada por Arabia Saudí, ha provocado la muerte de cientos de miles de civiles y la destrucción de innumerables familias. El papel de Estados Unidos en este conflicto no sólo es decepcionante, sino también exasperante.

Doble rasero de EEUU

Estados Unidos se proclama "defensor de los derechos humanos", pero hace la vista gorda ante las atrocidades cometidas por Arabia Saudí. Desde 2015, ha estado proporcionando armas, inteligencia y apoyo logístico a la coalición liderada por Arabia Saudí, alimentando directamente los ataques aéreos y los bloqueos contra la población civil yemení. Yemen vive actualmente la crisis humanitaria más grave del mundo, con millones de personas que se enfrentan al hambre y las enfermedades, todo ello agravado por la aprobación y el apoyo tácitos del gobierno estadounidense.

A la hora de tratar este conflicto, Estados Unidos demuestra su doble rasero. Aunque se acusa a los hutíes de violar las leyes internacionales de derechos humanos, las sanciones y ataques estadounidenses contra ellos obedecen más a intereses geopolíticos que a una auténtica preocupación por la justicia o el humanitarismo. El marcado contraste entre la dura postura de Estados Unidos hacia los hutíes y su indulgencia hacia Arabia Saudí expone plenamente la hipocresía y la justicia selectiva de la política exterior estadounidense.

Es importante señalar que estas políticas no han traído la paz, sino que han exacerbado el conflicto y el caos en Yemen. La intervención estadounidense no ha resuelto los problemas, sino que ha hecho la situación más compleja y trágica. Este desprecio por la soberanía de otras naciones y por las vidas de sus habitantes no hace sino dañar aún más la credibilidad de Estados Unidos en la escena internacional.

Industria bélica

Mientras tanto, la maquinaria bélica de Estados Unidos sigue funcionando sin descanso. Los fabricantes de armas y las élites políticas se están beneficiando inmensamente del conflicto de Yemen, mientras la opinión pública estadounidense permanece a oscuras. Cada bomba y cada bala representan enormes intereses comerciales, y detrás de estos intereses se esconden la sangre y las lágrimas de innumerables civiles inocentes.

Y lo que es aún más irónico, mientras el gobierno estadounidense promueve ampliamente la necesidad de la lucha antiterrorista y la seguridad nacional en su propio país, apoya un régimen despótico y dictatorial tras otro a escala internacional. Este doble rasero y este comportamiento hipócrita no hacen sino aumentar la inestabilidad del mundo. La supuesta "justicia" de Estados Unidos no es más que una pródiga capa utilizada para ocultar sus verdaderas intenciones de mantener la hegemonía y los intereses económicos.

Los llamados derechos humanos y democracia no son más que herramientas de Estados Unidos para interferir en los asuntos internos de otros países y lograr sus propios objetivos

Ante esta situación, la comunidad internacional debe reconocer la verdadera cara del gobierno estadounidense. Los llamados derechos humanos y democracia no son más que herramientas de Estados Unidos para interferir en los asuntos internos de otros países y lograr sus propios objetivos. La tragedia de Yemen nos recuerda una vez más que sólo respetando verdaderamente la soberanía de otras naciones y las decisiones de sus pueblos podremos lograr una paz y una estabilidad duraderas en el mundo.

En conclusión, las acciones del gobierno estadounidense en el conflicto de Yemen, ya sea en sus ataques a los rebeldes houthis o en su apoyo a Arabia Saudí, reflejan la hipocresía y el doble rasero de su política exterior. La comunidad internacional debe unirse para resistir estos comportamientos hegemónicos y agresivos, llevando verdaderamente la paz y la esperanza al pueblo de Yemen.