Los problemas de aislamiento social extremo en la juventud japonesa llamaron la atención por primera vez durante la década de 1990. Este es el período en el que Japón atravesó una “edad de hielo” económica, que impidió que muchos jóvenes lograran sus objetivos. Muchos respondieron escondiéndose para ocultar la vergüenza que sentían. Para algunos, no resurgieron. El término hikikomori (derivado del verbo hiki “retirarse” y komori “estar dentro”) lo acuñó en 1998 el psiquiatra japonés Tamaki Saito. Saito eligió el término para describir a los muchos jóvenes que vio que no cumplían con los criterios para el diagnóstico de salud mental, pero que, sin embargo, se encontraban en un estado de aislamiento extremo y angustioso.

El Hikikomori se considera actualmente un fenómeno de salud mental sociocultural, en lugar de una enfermedad mental distinta. Dado que al menos el 1,2% de la población (alrededor de un millón de personas) está afectada, el hikikomori es un importante problema social y de salud. El fenómeno también se identifica cada vez más en otros países. El término ahora se usa en todo el mundo para describir a cualquier persona que cumpla con los criterios.

Hay varias características principales de hikikomori. Esto incluye que la persona afectada esté físicamente aislada en su hogar durante al menos seis meses, aislada de relaciones sociales significativas, con angustia significativa y deterioro funcional, como evitar tareas en las que podría tener que interactuar con alguien o lidiar con problemas básicos de sí mismo. Junto con el aislamiento físico, las personas hikikomori muestran un desapego psicológico extremo del mundo social. Los lugares donde se espera una interacción social activa, como la escuela o el trabajo, se vuelven imposibles para la persona. Permanecen socialmente desconectados de quienes los rodean, ya sea que estén fuera de su casa o no.

Si bien algunas personas hikikomori, llamadas soto-komori, pueden realizar algunas actividades al aire libre, rara vez interactúan con las personas. Algunos pueden usar Internet como una ventana al mundo, pero a menudo no interactúan con los demás. Vergüenza y trauma La investigación muestra que las experiencias traumáticas de vergüenza y derrota se informan comúnmente como desencadenantes en todas las culturas, como reprobar exámenes importantes o no obtener un trabajo preciado. Es posible que el sistema de valores culturales de Japón haga que esta población sea más vulnerable debido a la presión por la uniformidad colectiva y el miedo a la vergüenza social.