El colectivo escénico VACAburra son dos: Gena Baamonde y Andrea Quintana. Su empeño es crear montajes en formatos bastardos, a medio camino entre lo escénico y lo coreográfico, con una mirada transfeminista y siempre utilizando el lenguaje cómico. Gena ya estuvo en el Teatro del Barrio con la obra Elisa y Marcela, de la que era coautora, y obtuvo el Premio María Casares a la Mejor Dirección y Mejor Texto Original 2018. Y ahora, vuelve con VACAburra, con la obra Metodologías carroñeras para cuerpos invertidos, que estará en cartel los próximos 3 y 4 de diciembre, y es un espectáculo con formato de conferencia performativa donde se escenifica la diversidad sexual, mezclando el humor con “conocimientos teóricos y prácticos”, expresa la compañía.

¿Qué vamos a encontrar en esta conferencia performativa?

Una de las cosas que se va a encontrar el público es un formato bastardo que juega con esa supuesta autoridad del saber, que cuestiona con mucha ironía y humor la historia escénica heterocentrada que olvida a muchos cuerpos disidentes y a muchas otras formas de hacer y entender el arte y lo escénico. También se van a encontrar con una reivindicación de la danza como lenguaje escénico que se expresa con imaginarios más allá de la palabra.    

Gena, has llevado una tesis tuya a escena. ¿Por qué, y cómo ha sido la adaptación?

Las razones de hacer algo más escénico con una tesis doctoral han sido, entre otras, validar el lenguaje escénico sobre el que trata la propia tesis, como posibilitador de la transmisión de conocimientos, reivindicarlo también como un lugar posible de intercambio y diálogo para la investigación académica. Con la intención además de diversificar los caminos por los que podemos encontrarnos con el lugar del supuesto saber, entrarle por otra parte y no quedarnos solo con el habitual trabajo escrito de grandes dimensiones, o sea un tochón, que queda relegado a la lectura de un círculo muy reducido de personas. La adaptación no pretendía abarcar la totalidad del trabajo sino exponer algunas de las líneas, enseñando también el divagar de la propia investigación e intentando extraer herramientas que puedan servir de apoyo a creaciones que busquen cuestionar esa historia escénica hegemónica que es la que mayormente sigue utilizándose de base educativa y académica.          

Dice Paul B Preciado que El cuerpo es un texto socialmente construido”. ¿Estáis de acuerdo? ¿Por qué y qué consecuencias tiene eso?

Si, ese cuerpo como texto socialmente construido que Paul Preciado inscribe dentro del sistema sexo-género como un sistema de escritura en el que el cuerpo se convierte en archivo, un archivo orgánico que refleja esa historia de la sexualidad en la que las experiencias de algunos archivo-cuerpos han sido relegados u olvidados de manera deliberada y sistemática. Teniendo presente esa concepción del cuerpo como lugar de inscripción y reinscripción que sostiene el peso de toda una serie de discursos culturales que abarcan no sólo la identidad sexual sino también otras marcas como la raza, el género o la clase. En este sentido van nuestras Metodologías carroñeras para cuerpos invertidos que presentamos, también en la línea en que Jack Hallberstam habla de esas metodologías queer, metodologías torcidas que usan la carroña, el bastardaje para cuestionar el saber, navegar en la incoherencia académica e incluir las disidencias de los cuerpos menospreciados. Lo que intentamos es colaborar en la creación de otros archivos posibles, esa somateca nombrada por Preciado, archivos críticos, archivos escénicos bastardos en la tentativa de generar otras genealogías, genealogías dislocadas que naveguen y buceen por las fisuras de lo que consideramos una poético-política de los huecos.   

¿Por qué decidís abordar este tema desde la comedia?

Este abordaje va acompañado de una crítica misma de lo que se entiende habitualmente por comedia de las fórmulas que nos transmiten que debe seguir una buena comedia, hasta hace bien poco en manos casi exclusivas del sujeto varón, blanco, heterosexual. Tratamos de utilizar el humor como una estrategia de reapropiación del discurso, del insulto, del saber, muy en línea con las estrategias que han ensayado y practicado muchas veces los activismos feministas, trans, lesbianos, queer y las prácticas artísticas de los bordes que se han atrevido a transformar la rabia, el cabreo, en risa liberadora en la que pueden palpitar diversas capas de discurso que no tiene por qué dejar de ser críticas.