Partiendo de la base de que el ser humano siga siendo social como estableció Aristóteles, queda por ver si la forma en la que nos organizamos socialmente como Estados o Países va a seguir vigente en las próximas décadas o nos encaminamos a una nueva era tribal. Aunque hace muy pocos años nadie podía imaginarlo cuando todo el mundo alertaba de la globalización, existen señales de que en realidad nos estamos agrupando en entidades menores propias del tribalismo.

Es cierto que nuestras ciudades se ven afectadas por un fenómeno unificador y globalizante llamado Gentrificación y que difumina cada vez más las fronteras aparentes entre países y lugares. Una calle comercial de cualquier ciudad del mundo, si te llevan allí con los ojos cerrados, podrías confundirla hasta de continente. Sin embargo, algunos apuntan que han sido las redes sociales, en un efecto perverso contrario al previsto, lo que está alimentando en las personas es el individualismo y con ello, el egocentrismo. Y eso nunca ha sido bueno.

Primeros síntomas de que volvemos a la Tribu

Hasta ahora, decíamos que alguien pertenecía a una Tribu Urbana cuando se posicionaba en un grupo de “outsiders” frente al “mainstream”. Es decir, rebeldes contra la moda y la cultura imperante. Eran fenómenos por tanto aislados y contraculturales como el Punk, pero podía ser cualquier otro estilo, generalmente propio de la rebeldía juvenil y también generalmente asociado a estilos musicales. Al final, la mayoría de los integrantes eran engullidos por la masa y aunque las tendencias son cíclicas y en los últimos años, ser contracorriente era sinónimo de hipster (término empleado por primera vez para definir a los aficionados al Jazz en los ’50), la realidad es que las superestructuras sociales acababan imponiéndose.

Cuando los políticos forman las tribus

La principal de esas superestructuras son, o eran, los estados, que a su vez se integraban en otras superiores que buscaban el entendimiento y la colaboración, la unificación de objetivos globales y la colaboración entre pueblos. Organizaciones como la ONU o la UE, pero también milles de asociaciones internacionales que buscan el encuentro y la superación de razas, credos o ubicaciones geográficas.

Y cuando llega la tecnología a permitir que eso sea una realidad, con internet, son ahora quienes tendrían la teórica obligación de unirnos quienes nos separan.

Lo estamos viendo en muchos casos y el más llamativo es el Brexit, en el que los políticos son los que lideran esa vuelta a la tierra y, nunca mejor dicho, al aislamiento. Pero sería injusto cargar a los políticos con el 100% de la responsabilidad, pues no han sido introducidos en la Tierra por extraterrestres sino elegidos por los votantes. Por la sociedad. Por las personas. ¿Es eso lo que queremos?

La tecnología puede acabar con los Estados y volvernos a la Edad Media

Una Edad Media conceptual, eso sí, en la que vivamos en Ciudades Estado. Las Ciudades Estado fueron la forma post feudal de organizar los países hasta hace relativamente poco. Muy características de Italia y tratadas de imitar en España, por su influencia en la época de Felipe II sobre todo, como podrá descubrir quien estudie un poco la Historia de Pastrana (Guadalajara) y los Príncipes de Éboli, por ejemplo. Ahora, Jamie Barlett, Director del Centro de Análisis del Social Media en el Think Tank Demos de Londres, vaticina que las sociedades podrían estar evolucionando hacia esta forma de organización en la que el sentido de pertenencia se limitará a nuestro entorno más cercano, nuestro pueblo, ciudad o la mancomunidad más próxima.

Y esto sería posible gracias a la hiperconectividad y fenómenos como la economía compartida o la impresión 3D, por ejemplo.

¿Nueva economía, nuevos estados?

Estos cambios que se están produciendo en los mercados con la digitalización, como el auge de la Economía Circular, podrían estar favoreciendo un cambio social. Con la economía colaborativa, no solo podemos disponer de productos y servicios ofrecidos por los propios vecinos sin necesitar de las grandes estructuras transnacionales, es que podemos ser nosotros mismos productores de algo y vivir de ello. Aunque sea, alquilando nuestra habitación sobrante. Con la impresión 3D, no haría falta desplazarse a la capital a por un producto que podemos imprimir en nuestra casa, o en la de otro vecino que la comparte. Otras tendencias como el DIY (Hágalo usted mismo), el KM0 (consumir productos locales), etc desembocan en la misma posibilidad. Así pues, el sector que resultaría imprescindible sería el transporte hasta esas ciudades estado, pero servicios como Uber o Deliveroo también lo solucionan ya.

¿Para qué serviría el Estado? Probablemente ni el establecimiento de una moneda fuera necesario, si el experimento de las monedas virtuales como Bitcoin llegan a triunfar.

Aunque en ese escenario neomedieval, y con la tecnología blockchain, un simple sistema de trueque volvería a ser eficaz.

Volviendo a las Tribus

En estos días, ha tenido mucho eco en redes sociales y medios la última campaña de Nike en la que se atreven a utilizar la figura de Colin Kaepernick, el deportista que decidió arrodillarse en el momento de que sonara el himno nacional, algo absolutamente revolucionario en un país tan patriota como Estados Unidos. El gesto iba dirigido precisamente a la linea de flotación de esos dos conceptos y se preguntaba: ¿Qué Estados? ¿Qué Unidos?

Tan simbólico resultó que una marca, sí, una empresa privada que quiere vender en todo el mundo, globalizante, transnacional, se posicionara en su defensa, que mientras en el resto del mundo se aplaudía la valentía, allí una parte de la sociedad comenzó una contracampaña viral en la que animaban a quemar sus zapatillas. Aún es pronto para saber en qué queda la cosa, pues las ventas On Line han aumentado un 31%, pero su cotización en bolsa no ha tenido tan buenas noticias. Una vez el fenómeno viral y la llamada a los fanáticos de la marca que se han volcado en comprar, queda por ver a largo plazo. 

Pero la publicidad siempre es un reflejo de la sociedad de su época y los analistas de otras disciplinas como la sociología, la antropología o la política permanecen atentos a los mensajes que emite. En este caso, Tracey Follows, fundadora de Futuremade, reflexiona sobre una realidad subyacente en esta campaña en la web Mediatel.co.uk: “Las encuestas dividen las líneas raciales, generacionales y políticas. Y eso es lo que Nike está explotando—explica Tracey— Nike ha tomado un problema que divide a las personas en líneas demográficas y, en lugar de crear debate y discusión al respecto, lo ha usado para crear una división adicional. Y eso es tribalismo.

¿Nos hemos vuelto tribales?

Sobre la idea que Tracey Follows tiene del concepto tribalismo actual, se remite a un artículo de David Brooks en New York Times, citando a su vez a Pascal Bruckner: "¿Cuál es el orden moral hoy? No tanto el reino de las personas de pensamiento correcto como el de los sufrimientos correctos ... Sufro, por lo tanto, soy digno ... el sufrimiento es análogo al bautismo, una mezcla que nos induce al orden de una humanidad más elevada, alzándonos  por encima de nuestros compañeros ".

Para Tracey, Brooks tiene razón cuando dice que la manera más fácil de definir nuestra propia virtud es contar una historia opresora tribal / oprimida y construir su propia inocencia sobre su estado como víctima.

La explicación final no deja de recordarme a las constantes polémicas en Twitter y la proliferación de activismos de todo tipo a la que asistimos y que convierte en tarea imposible distinguir las causas justas de las reclamaciones tribales egoístas:  "Una vez que haya identificado el opresor de su manada, la orden neoliberal, la elite mediática, hombres blancos, lo que sea, tu bondad es segura. Tienes virtud sin obligación. Nada es tu culpa ".

Personalmente, no soy capaz de imaginar hacia dónde nos conduce este tribalismo, y si parto del principio de que la Historia siempre se repite, la segregación en grupos menores acabará en la necesidad de asociarse nuevamente en estructuras mayores y el surgimiento de conflictos, precisamente tribales, en defensa de lo propio, tal vez acaudillados por lideres ambiciosos que, como explica Bruckner culpe a un opresor de su no evolución. ¿Habremos aprendido algo, o de nuevo las tecnologías como la Inteligencia Artificial encontrarán la solución por nosotros?