Un pequeño pájaro abandonaba el nido hace 100 millones de años. Pero el árbol al que se acercó le jugó una mala pasada. Una grieta en la corteza exudaba resina. Densa, pegajosa, mortal. La resina atrapó al pobre animal y el conjunto cayó al suelo. Y allí permaneció durante miles de siglos.

Piel, plumas y carne

Hasta que un equipo de Royal Saskatchewan Museum de Regina en Canadá lo encontró hace unos días. Los propios miembros del equipo admiten que ver los restos de un animal de aquella época tan completo es impresionante. A través del brillo translúcido del ámbar se pueden ver todavía la piel y la carne del animal. En realidad, esas partes orgánicas ya no existen. Que nadie comience a hacerse películas jurásicas porque todo el ADN del pájaro ha sido sustituido por carbono durante el periodo de fosilización. Sí se conserva el color marrón original de las plumas.

Pájaro opuesto

Sin embargo, el hallazgo sí ha permitido extraer importantes conclusiones en su primer análisis. El ejemplar encerrado en ámbar pertenecía a los llamados “pájaros opuestos”. Estas especies convivieron con los antepasados de las aves actuales, hasta que desaparecieron junto a los dinosaurios hace más de 60 millones de años. Este pequeño pájaro ha permitido corroborar la capacidad para el vuelo de estas aves primigenias. La cría presenta un conjunto completo de plumas para el vuelo. La diferencia es que carecía del plumón que caracteriza a las crías de las aves actuales. Los investigadores apuntan a otra idea del proceso que llevó al pájaro a esa situación. Al parecer estas especies criaban en el suelo. Luego subían a los árboles para dar sus primeras clases de vuelo. En esa ascensión eran más propensos a sufrir accidentes como los de este viajero en el tiempo.