Tras la Selectividad, lo normal es plantearse que será de tu vida después de la etapa adolescente. Se asienta en el estómago una sensación de estar creciendo y de tener que tomar la primera decisión significativa de tu vida. A fin de cuentas, nos bombardean con la cuestión de la carrera - ¿qué quieres ser de mayor? - y tras el instituto, uno se lo tiene que preguntar muy en serio. Para tomar la decisión, muchos optan por lo que han vivido en el mismo instituo: qué asignaturas les han gustado, qué han oído de sus profesores qué pueden hacer y, lo más importante, en qué han creído sus referentes adultos que son capaces de hacer.

Un caso personal

No dejé que sus palabras me desanimaran, pero tampoco las convertí en un motor de una autosuperación innecesaria. Entendí que las letras era una cosa puramente mía y, si no les gustaba, no era mi problema.

Hace cuatro años, cuando acabé el bachillerato, dos profesoras mías (por separado y sin ponerse de acuerdo) quisieron dejar clara una cosa: En realidad, yo no sabía escribir. Una decía que no escribía la Historia como para hacerla atractiva y la otra defendía que no era capaz de explicar ningún concepto filosófico. Las dos tenían clara una cosa: mi escritura dejaba mucho que desear, me habían sobrevalorado en el instituto y debían comentármelo para que no se me subiera a la cabeza la buena media de notas que me había quedado.

Cuatro años más tarde no tengo ningún logro increíble que pueda echarles en cara, pero sí cuento con una suerte extraordinária: A pesar de lo que me dijeron, seguí escribiendo. No dejé que sus palabras me desanimaran, pero tampoco las convertí en un motor de una autosuperación innecesaria. Entendí que las letras era una cosa puramente mía y, si no les gustaba, no era mi problema. Seguí confiando en mi misma. Hoy, me están pagando mientras os cuento por escrito esto.

Siguen siendo solo opiniones

Los profesores no siempre ven nuestro potencial, aunque crean que sí. En ocasiones, creen que nos están enseñando dónde están nuestros errores y aciertos, pero en realidad solo están proyectando la idea que tienen de nosotros sin ni siquiera estar seguros de que esa sea nuestra realidad. Existen profesores fantásticos cuyos consejos han salvado vidas, pero también existen profesores que se aferran a partes de ti que ni tú mismo te sientes orgullosa. En el fondo,  se tratan de extraños que han podido opinar de tu vida quedándose, en la mayoría de casos, arraigados en sus creencias que no han querido adaptar a ti.

Aquí es cuando entra en juego un detalle esencial: la confianza en tus capacidades. Hay detalles de uno mismo que laten profundamente, por encima de cualquier otra cosa. Es probable que te hayas enfrentado ya a gente que dice que ese latido es una cuestión caprichosa: 'No estudies Bellas Artes que te morirás de hambre', 'No hagas letras que no sirven', 'No te metas en Matemáticas que es muy sacrificado', 'No hagas Magisterio que eres muy inteligente', etc. Pero sabes que ir a por eso es la opciñon correcta.

Hazlo.

Una de las primeras cosas que me enseñó mi carrera (la que, por cierto, empecé tarde porque creí otras palabras que no debería haber creído) es que no dejes entrar en tu proyecto a nadie que no vaya a sacar un provecho de él. Si no están metidos, hablan por hablar. Así que permitid que las cosas os entren por un oído y os salgan por el otro.

Lo que está hecho para rodar, rodará, por muchas tonterías que os digan.