Si lo piensas es así. Tu pones mercurio sobre una madera y lo puedes recoger como si no hubiera pasado nada. Lo mismo sobre un papel o una esponja. El mercurio no se pega a nada. Se queda sólo y lo mejor es que siendo líquido lo puedes volver a unir como si fuera un imán.A diferencia del agua (que es H 2 O) o el dióxido de carbono (CO2), o de casi todas las sustancias que vemos cada día, el mercurio no puede separarse en unidades más pequeñas.Los átomos del Mercurio no quieren juntarse si no es con otros átomos de mercurio, y minimizan el contacto con el mundo exterior apelotonándose en una esfera. El agua lo salpicaba todo, y lo mismo hacía el aceite, el vinagre o la gelatina del postre. Pero el mercurio no dejaba ni una mancha.El símbolo del mercurio, Hg, está formado por dos letras que no aparecen en su nombre. Desentrañar ese misterio (viene de hydrargyrum, o «agua plateada», en latín) me ayudó a entender hasta qué punto habían influido en la tabla periódica la mitología y las lenguas antiguas, algo que todavía puede apreciarse en los nombres latinos de los elementos más nuevos y superpesados que ocupan la última fila.
Leequid