Ya hubo proto experiencias surferas en el siglo XVIII asociadas a las poblaciones indígenas, tal como observó el capitán Cook al descubrirle Hawai al mundo occidental. Pero el surf moderno, tal (o casi) como lo conocemos hoy, se lo debemos a Duke Kahanamoku, que, además de dejarnos el legado de uno de los deportes del verano por excelencia, fue campeón olímpico en natación, jugador de waterpolo, socorrista, actor y sheriff.

Era, claro, hawaiano. Kahanamoku nació en 1890 en Honolulu y lo llamaron Duke porque en los días de su nacimiento estaba de visita el Duque de Edimburgo, el príncipe Alfredo. Él mismo se fabricó su tabla de surf, cortando previamente el árbol de donde sacaría la madera. Fundó varios clubes de surf y lo popularizó entre las clases bajas.

Su esfuerzo por dar a conocer la disciplina tuvo frutos internacionales, viajó por varios países promocionándola con exhibiciones, aunque especialmente obtuvo eco en Estados Unidos y Australia. Y tenía tal carisma al transmitir su pasión que en 1962, cuando John Fitzgerald Kennedy visitó Hawai, se saltó el protocolo para saludarlo. Le faltó subirse a la tabla.

Hoy, Kahanamoku forma parte del Salón de la Fama de la natación, y también del Salón de la Fama del surf. Fue el nadador más rápido entre los humanos hasta que lo superó Johnny Weissmüller, el famosísimo intérprete de Tarzán.

Kahanamoku participó en los Juegos Olímpicos de 1912, donde consiguió la medalla de oro para Estados Unidos y logró el récord en los 200 metros libres. En los JJOO de 1920 ganó la medalla de oro en los 100 metros y libres y la 4x100, y formó parte del equipo de Estados Unidos de waterpolo.

Se convirtió en un héroe cuando, en 1925, socorrió a los náufragos de un barco pesquero con su tabla de surf, y salvó la vida a ocho personas. Kahanamoku moriría en 1968. Su memoria se honra en la playa de Waikiki, en Honolulú, con un monumento que lo evoca sujetando una tabla de surf.