En 1948, el zoólogo alemán H.M. Peters dedicaba gran parte de sus investigaciones a las arañas. Quiso estudiar la manera como tejían sus telas, pero lo hacían a las tantas de la noche, así que contactó con el farmacólogo P.N. Witt para preguntarle si existía algún químico con el que motivarlas a trabajar también a plena luz del sol. Witt, ni corto ni perezoso, le sugirió la anfetamina, que no cambió los hábitos de las arañas a las que Peters le seguía la pista pero sí la forma de elaboración de la tela: las arañas dopadas hacían redes más caóticas. Aquello llamó tanto la atención de Witt que redobló la apuesta y aplicó a sus arácnidos de laboratorio marihuana, LSD, mescalina y cafeína. Les hizo ingerir estas sustancias en un banquete de moscas que las tenían inyectadas. El resultado tardó en llamar la atención, no fue hasta 1995, cuando la NASA repitió los experimentos de Witt, para estudiar, en el reflejo de las telas que tejían, la toxicidad de ciertas sustancias, evitando los ratones (que les salían más caros) para este tipo de análisis.