Foxconn o Bangladesh, dos focos de atención para la ONU y las ONG por las malas condiciones laborales a las que las fábricas en las que muchas multinacionales externalizan la fabricación de sus productos someten a sus trabajadores. Según explica Josep Burgaya, doctor en Historia Contemporánea por la UAB y profesor titular de la Universidad de Vic, en su libro La economía del absurdo, que le valió el premio de ensayo Joan Fuster, son, además, la dramática expresión de un fracaso, el de un sistema económico: el low cost, basado, claro, en productos que se pueden englobar en este epígrafe. En los países occidentales, nos ha permitido adquirir productos a bajo precio, pero entraña peligros como favorecer la mano de obra infantil, el despilfarro –compramos el doble de lo que necesitamos, según el autor-, perjudicar la producción en los países occidentales y precarizar sus mercado laboral. Además, a menudo la externalización de la producción permite a las grandes compañías eludir impuestos en los estados en los que están constituidos como sociedades. Muchas de estas prácticas causaron la crisis económica de 2008. Para Burgaya, deberían endurecerse las legislaciones de los estados para evitar que entren en sus fronteras productos fabricados en condiciones laborales inaceptables, así como establecer mecanismos para la distribución igualitaria de la riqueza.