La Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Japonesa (JAXA) se han aliado para emprender rumbo conjunto a Mercurio. Es la primera vez en la historia que Europa intenta un viaje así, y la misión se ha bautizado como BepiColombo en honor al matemático e ingeniero italiano Giuseppe (Bepi) Colombo (1920-1984), que propuso a la NASA trayectorias interplanetarias.

El despegue se produjo a bordo de un cohete Ariane 5, con un módulo de transferencia y dos orbitadores científicos, uno europeo y otro japonés. La nave salió el pasado sábado del centro espacial de Kurú, en la Guayana Francesa, a las 01.45 GMT (22.45 hora local del viernes). El trabajo conjunto de los dos orbitadores intentará confirmar la existencia de hielo y su procedencia, responder a por qué su campo magnético está a 400 kilómetros del centro del planeta, o determinar cómo se contrajo su interior hasta provocar una reducción de siete kilómetros de su radio.

Las condiciones que afrontará BepiColombo no serán del todo favorables. Las temperaturas oscilan en Mercurio entre los 180 grados bajo cero y los 430, y los vientos solares alcanzan los 400 kilómetros por segundo, lo que ha obligado a diseñar específicamente el 85 % de la tecnología utilizada.

Hasta ahora, sólo dos naves habían viajado a este planeta, el más enigmático, el más pequeño y el más cercano al Sol de nuestro Sistema Solar. Ambas eran estadounidenses. Mariner 10 lo sobrevoló y ofreció sus primeras fotografías de cerca entre 1974 y 1975, y Messenger lo sobrevoló en 2008 y 2009 y fue la primera en orbitarlo, entre 2011 y 2015. BepiColombo trabajará sobre el legado dejado por aquel par de misiones, e intentará descifrar el origen y evolución de un planeta tan cercano a su estrella progenitora se confía que sirva para tener un mejor conocimiento de la evolución de nuestro Sistema Solar.

BepiColombo ha costado 1.735 millones de euros, de los que la ESA, compuesta por 22 Estados incluido España, aporta 1.383. Es la tercera misión que ha emprendido este año la agencia europea, tras el lanzamiento de cuatro satélites Galileo en julio y del Aeolus en agosto, desarrollado para medir el viento en las capas de la atmósfera y contribuir a afinar las predicciones meteorológicas.