La fotografía analógica, actualmente, es un vestigio nostálgico de otra época donde las cosas no eran tan fáciles, tan inmediatas, tan compartibles y pertenecían a una esfera íntima trazada por la paciencia y la confianza en uno mismo. Hoy en día, aunque suene a actividad hipster, vale la pena revisitar este arte para ver de otra manera el mundo.
Cualquiera puede ser fotógrafo
Actualmente, cualquiera tiene la suerte de poder considerarse fotógrafo aficionado: todos cargamos en nuestros bolsillos con una cámara; tal vez no precisamente réflex, pero sí lo suficientemente decente como para sacar alguna instantánea interesante. Buscar qué es lo que vale la pena fotografiar, aunque solo sea para compartirlo por una red social, crea una mirada cercada, delimitada por lo que nos puede resultar interesante, condicionada por las capacidades que tiene nuestra cámara de capturar aquello. Es decir, es una perspectiva, al fin y al cabo.Nuestras perspectivas son el principal encuadre
Las perspectivas son tan importantes que tendemos, inevitablemente, a encerrarnos en la nuestra. Estas nos construyen realidades determinadas que dependen de nuestros matices vitales: cuáles son nuestras rutinas, expectativas, momentos favoritos... Y aquí entra en juego la fotografía, que nos crea un ojo único, pues es capaz de reducir nuestra mirada periférica a un solo detalle, o ser capaz de alcanzarnos objetos lejanos o capturar a las personas que queremos como solo nosotros las vemos.La fotografía es una evolución de nuestra perspectiva vital, hasta conseguir crear un relato que cuenta quiénes somos.