Ya lo decía Aristóteles y su Escuela Peripatética: pasear ayuda a pensar. Investigadores de la New Mexico Highlands University, en Las Vegas, han determinado ahora, además, que el impacto del pie durante la caminata envía ondas de presión por las arterias que modifican significativamente, y pueden aumentar, el suministro de sangre al cerebro.
El estudio se ha presentado en la reunión anual de la Sociedad Fitopatológica Americana en Biología Experimental 2017, que se celebra en Chicago. La diferencia con análisis anteriores reside en que antes se pensaba que el suministro de sangre que iba al cerebro (flujo sanguíneo cerebral o CBF, por sus siglas en inglés) era regulado involuntariamente por el cuerpo, y no resultaba demasiado afectado por los cambios en la presión sanguínea causados por el ejercicio o el esfuerzo.