En 2010 "la Caixa" inció el Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural (ICI), un novedoso modelo de intervención social en los territorios con alto grado de diversidad único en el mundo. Su planteamiento es construir convivencia y cohesión social a partir de lo que une a las personas implicando a todas las partes que intervienen en el proceso: entidades sociales, políticos y ciudadanía. El programa se puso en marcha bajo la dirección científica de Carlos Jiménez, catedrático de Antropología Social de la Universidad Autónoma de Madrid, y el asesoramiento de Marco Marchioni, experto mundial en intervención comunitaria. La naturaleza de este proyecto no es de atención sino de gestión de la diversidad y pone el acento en el proceso.

El Proyecto ICI está presente en 39 territorios y 31 municipios en los que viven 1.200.000 personas. Más de medio millón de ciudadanos se han implicado en las diferentes acciones del ICI.

Una de las iniciativas en el marco del ICI es Urban Arte, gestionada en Granada por la Asociación Gitana Anaquerando. Su objetivo es que chavales de los siete barrios del Distrito Norte de Granada incorporen en su día a día hábitos de vida saludables, se sientan parte de la comunidad y aprendan la importancia de la superación, del compañerismo y del sacrificio que requiere conseguir lo que se desea. Ellos son los protagonistas de un reportaje de Alba Losada publicado en Alma, la red social social de "la Caixa".

Aquella primera sonrisa

Trepar a un pequeño árbol en la infancia siempre provoca una sonrisa única. Una curiosa sensación de extraordinaria felicidad. Inspirado por una emoción similar, Víctor Rojas, educador de la Asociación Gitana Anaquerando y dinamizador del proyecto Urban Arte, ha conseguido, a través del break dance, el parkour y el slakline, que unos chavales de barrio, con vidas llenas de luces y sombras, luzcan esa sonrisa.

La iniciativa Urban Arte nació cinco años atrás del Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural de ”la Caixa” y la Asociación Gitana Anaquerando. Su objetivo es que chavales de los siete barrios del Distrito Norte de Granada incorporen en su día a día hábitos de vida saludables, se sientan parte de la comunidad y aprendan la importancia de la superación, del compañerismo y del sacrificio que requiere conseguir lo que se desea. Y Víctor no tiene ninguna duda de que estos tres valores ayudarán a estos chicos y chicas a conseguir todo lo que se propongan en la vida.

“Buscamos el desarrollo de la persona tanto hacia dentro como hacia fuera, y también buscamos una transformación social del contexto de los chavales y chavalas”, dice Víctor, que ha trabajado con ellos desde el primer día y es quien mejor conoce su evolución. Algunos han dejado de fumar o han reducido su consumo; otros ahora sueñan con ser, algún día, monitores de break dance o de gimnasio, y los hay que ya no conciben su semana sin pasar por el parque.

A uno de los chicos, lo expulsan del instituto “día sí y día también”, cuenta Víctor. Sus profesores ya no saben qué hacer con él. Pero, cuando llega la tarde y va a entrenar, todo cambia. Deja de ser un alumno conflictivo y desmotivado para convertirse en un chaval al que le sobran ganas para bailar, saltar muros o aguantar su propio peso con un solo brazo. Nunca llega ni un minuto tarde y siempre ayuda a los compañeros que no saben hacer los ejercicios. “La persona que me describen sus tutores no tiene nada que ver con la que yo veo en el parque. Está muy implicado”, dice Víctor.

Comparar el Distrito Norte de Granada y el Harlem de Nueva York de los años 80 puede parecer atrevido, pero desgraciadamente, ambos tienen algo en común: un ambiente que propicia que algunos terminen ganándose la vida con el tráfico de drogas. Quizás por eso una de las bandas sonoras de los entrenamientos de Víctor y los suyos sea la música del célebre rapero estadounidense, criado en ese contexto, Tupac Shakur (alias 2Pac). “Tiene una canción que dice: ‘Los que trafican tienen dos caminos. Uno es acabar entre cuatro paredes y otro entre cuatro tablas’. Los chavales conectan con sus letras. Saben que en el barrio se puede caer en esto, pero que, aunque haya necesidad, se tienen que mantener en el buen camino”, dice Víctor, que a la vez asegura que le encantaría que sus alumnos terminaran viviendo o “sacando un dinero” de todo lo que han aprendido junto a él estos años.

Por el momento ya han recibido un regalo que ha cambiado sus vidas: descubrirse a sí mismos. Dicho de otro modo: esta iniciativa les ha hecho darse cuenta de que el arte urbano es una forma de crecer como personas, de expresar sus problemas y de volver a sentir una felicidad similar a la que a muchos nos provocaba trepar a un árbol de pequeños. Y a Víctor, ayudar a los chavales del barrio le da la vida. “Romper barreras con el resto de la ciudad y romper estereotipos y prejuicios es lo que hace que me levante cada mañana”. Y, a juzgar por las sonrisas de los chicos, es evidente que lo ha conseguido.