Chelo García Cortés fue una de las protagonistas del último programa de Cuatro, Los miedos de… La presentadora reveló en el espacio de Mediaset una de sus facetas más vulnerables, aflorando sus principales temores y traumas de la infancia. La periodista, de hecho, habló abiertamente sobre las llamadas que mantuvo con su padre mientras este estaba en prisión, pero también sobre el suicidio de su madre.

La ourensana tenía como reto esta semana encerrarse en un ataúd o entrar en una cueva. Sin embargo, reminiscencias del pasado se agolparon en la cabeza de García Cortés, quien, acompañada de su amiga Sofía Cristo, no pudo completar los desafíos de la semana. “Me ha podido el miedo”, lamentó tras los intentos.

García Cortés ha desvelado que padece de claustrofobia y le da pavor no poder salir de un sitio al que accede. “Siempre tengo que ver la salida, no puedo estar arrinconada”, confesó la periodista, quien reveló posteriormente que sentía más tranquilidad por la presencia de Sofía Cristo. “Ojala que si yo hubiese tenido una hija hubiese sido como ella”, argumentó la presentadora.

Tras dejar por imposible el reto de la cueva, Cortés señaló que sintió “ansiedad” porque le faltaba la respiración. Pese al miedo, aseguró que no estaba “orgullosa” de su actuación porque, precisamente, la derrotó el temor. De hecho, argumentó que esa claustrofobia hunde sus raíces en su infancia.

Explicaba la presentadora que su padre estuvo en la cárcel y siempre hablaba con él por teléfono. En esas conversaciones, este le describía que el habitáculo era muy pequeño y lúgubre. “Él tenía una obsesión terrible con que se enterrara y estuviera vivo, esto me produjo terror a meterme en espacios pequeños”, arguyó.

Sin embargo, no solo afloró el miedo que su padre, de algún modo, le originó a los espacios pequeños. También confesó que la relación con su madre tampoco supuso un contrapunto para ella, pues estaba ingresada en un centro de salud mental desde que la presentadora tenía uso de razón. Las visitas no eran agradables y constituyeron los días más duros de su infancia. “Yo sentía terror, miedo, porque era muy pequeña”, confesó.

“No quería nunca entrar a la habitación, esperaba en un jardín. Las habitaciones eran cerradas y con poca luz. No lo soporto. Para mí todo es un manicomio, por eso quiero aire y libertad. Llevo desde los 11 años sufriendo esto. Mi madre se suicidó cuando yo tenía esa edad. O bien terminas como ella o te enfrentas y luchas”, admitió entre lágrimas la ourensana.