El año pasado cumplió nada más y nada menos que medio siglo de vida. Una existencia tan prolongada para algo relacionado con la tecnología, bien se merece un homenaje. Los cincuenta años del casete dan para mucho. Sin ir más lejos los cientos de millones de unidades fabricadas habrán contenido tropecientos millones de canciones, otro tanto de grabaciones de programas de radio y alguna que otra declaración de amor, que modernos en los tiempos pasados, también los había.


Ahora todos echamos la vista atrás y miramos con nostalgia la época del casete. Nos vienen a la cabeza multitud de recuerdos, sobre todo relacionados con la juventud, con aquellos enormes aparatos (súper modernos también entonces) que casi precisaban para su transporte a dos personas. Tenían doble pletina y eran lo más. Se decía que “no hay hortera sin transistor”, y cuanto más grande mejor. De estos y de su sucesor, el walkman, hablaremos en otro momento.

Calidad inicial deficiente
Música a todo volumen, con una calidad bastante deficiente si lo comparamos con los reproductores de hoy en día, pero que en aquellos años sonada a celestial, a libertad, a transgresión… Miles de anécdotas se podrían contar relacionadas con el casete.

Una aclaración antes de continuar. Sabemos que las cintas VHS y BETA podrían y deberían ser incluidas aquí. Sin embargo, tras una reunión de varias horas, se ha decidido que ambos soportes de vídeo se merecen su propia consideración aparte e individualizada.

El casete nació para el dictado y el uso portátil, de ahí que cuando dio el salto como contenedor de música pregrabada, la calidad que ofrecía no era todavía muy… digna. A pesar de que a mediados de los 60 comenzó la distribución de los MC (musicasetes), no fue hasta 1971 cuando se mejoró y mucho la calidad de música grabada en ellos, gracias a la introducción de un nuevo sistema de reducción de ruidos. Por cierto, su salida al mercado convencional supuso una guerra abierta entre dos gigantes, Philips y Sony. Desde luego parece que las cosas no han cambiado.

Los tiempos de oro
Dejando atrás cuestiones técnicas, esa mejora junto a otras introducidas, llevaron al casete a vivir sus mejores momentos, que se prolongaron durante décadas, hasta bien entrada la de los 90. Quién no recuerda sus Cara A y Cara B donde se encontraba todo tu mundo musical. Quien no ha jugado con esa cinta, no ha introducido el ‘boli BIC’ por sus carretes para rebobinarla manualmente, o no ha lanzado alguna vez un casete por la ventanilla del coche (de aquella la Guardia Civil no multaba… creo) para hacerse el chulo o la chula o porque, por enésima vez, se ‘ha enganchado la cinta’.

Y qué decir de esas grabaciones de los programas musicales de radio en las que en más de una ocasión aparecía el presentador de turno al final del tema que te echaba por tierra toda la grabación… y como se repetía el asunto tantas veces, al final dejabas al locutor que se integraba en la canción como si fuera parte de ella.

El casete, producto típico de gasolinera
Ahora, con el paso del tiempo, se relaciona la cinta de casete con algunos hábitos de entonces. Por ejemplo con las gasolineras; de hecho el nombre de algunos grupos, aún hoy en día, sigue manteniendo una clara conexión con las estaciones de servicio.

Al margen de esto, no se puede negar que este soporte supuso toda una revolución y, probablemente, sirvió para que se iniciasen movimientos de apertura cultural en lugares donde el Estado todo lo controlaba. Un ejemplo contrastado de esto eran  los países que se hallaban tras el Telón de Acero. Los jóvenes consiguieron introducir en casetes ciertos tipos de música que, sin duda, contribuyeron a abrir ojos y mentes.

La “cajita”, traducción de la palabra francesa cassette, ha seguido la evolución de los seres vivos: nace, crece y muere. Y esta última fase se encuentra ahora… desde hace unos cuantos años. Es verdad que otros soportes le han ganado casi todo el terreno. No obstante, además del uso que muchos le dan como objeto casi de colección (para que valga algo de dinero tendrá que pasar otro medio siglo porque ahora mismo en cada casa debe haber cien cintas), en algunos lugares siguen utilizándolas, por ejemplo en Gales e Inglaterra algunos grupos policiales.

Sin embargo, hace seis años, en 2008, las compañías dejaron de fabricarlas. El casete no pudo competir con otros formatos. Lo que es evidente es que siempre quedará en nuestro recuerdo… Volando voy, volando vengo… volando voy, volando vengo, vengo…