Tras varias operaciones, cientos de cicatrices y momentos en los que la caída parecía definitiva, Marc Márquez ha logrado sobreponerse a todo para coronarse por séptima vez como campeón del mundo de Moto GP. Una resurrección que se ha completado en el circuito de Motegi, donde ha asegurado el título con una segunda plaza. Después de seis años de su último alirón, el de Cervera ha retornado a la élite y aún sueña con ser el piloto más laureado de la historia de Moto GP, estando a solo una corona de igualar las ocho que consiguió Giacomo Agostini.  

El regreso de Márquez, a sus 32 años, no ha sido fruto de la casualidad, sino de una reconstrucción consciente, lenta y exigente. En 2020, sufrió un accidente en Jerez en el que se rompió el húmero derecho, dando comienzo a un auténtico calvario con ello. Además, precipitó su regreso, ya que se subió a la moto solo cuatro días después de pasar por quirófano. Con múltiples cirugías y la sensación de encontrarse lejos de su mejor nivel, el piloto español tuvo que convivir con el desgaste tanto físico como mental que supone hallarse lejos de las expectativas.

Al comprobar que el dolor no cesaba, se sometió en 2022 a una operación en Estados Unidos en la que le destrozaron el húmero para luego reconstruirlo, algo que, a la postre, terminó siendo una buena decisión. También rompió con Honda tras 11 años en la escudería, y se marchó en 2024 al equipo Gresini, cliente de Ducati, junto a su hermano Álex Márquez. Esa temporada le permitió recuperar la sensación de disfrutar cada fin de semana de la competición, evitando nuevas lesiones y regresando progresivamente a su mejor nivel.

Y entonces llegó 2025, la temporada del renacer, formando parte del primer equipo de Ducati. Con cada victoria, con cada podio, con cada sprint ganado, con cada curva en la que su muñeca, su hombro, su mente ya no dudaban, Márquez fue recuperando algo más que el título: su identidad como piloto que se atrevía a mirar más allá del dolor. Motegi no representó solo un triunfo; fue la culminación de un viaje de rehabilitación física, de reconstrucción mental, de reconquista personal.

Llegó a Japón con el título al alcance, necesitaba superar a su hermano Álex en puntos. En el sprint, Bagnaia volvió a ganar mientras Márquez aseguraba un segundo que lo acercaba más al cetro. En la carrera principal, Bagnaia volvió a imponerse, pero Márquez cruzó en segunda posición, suficientemente por delante de Álex, para cerrar la coronación. En el instante en que cruzó la meta, bajó la mirada, limpió las lágrimas y presenció en pantalla gigante un montaje con su odisea de seis años: más de 100 caídas, cuatro operaciones, una reconstrucción que parecía ficción. “Estoy en paz conmigo mismo”, señaló tras el triunfo. Palabras cargadas de historia, de lucha, de cicatrices interiores que veía al fin reconocidas.

Iguala a Valentino Rossi

Su séptimo título en Moto GP también supone igualar al que una vez fue su mayor rival, Valentino Rossi, una leyenda cuyo nombre ha acompañado siempre al de Marc Márquez en las conversaciones sobre los más grandes de este deporte. Rossi logró 7 campeonatos en la categoría reina, nueve en total, e impuso récords de victorias y podios que parecían inalcanzables. Con el título de 2025, Márquez no sólo vuelve a levantar la corona tras años de adversidades, sino que alcanza a Rossi en ese contador de 7 MotoGP, borrando así parte del velo que lo separaba de él en la cúspide del motociclismo.

Pero la historia compartida entre Márquez y Rossi va mucho más allá de los números. Nació la tensión cuando Márquez irrumpió con potencia, juventud y ambición, y Rossi—ya consagrado—vio en él una amenaza al legado. Hubo carreras míticas, maniobras polémicas, declaraciones afiladas y momentos que quedaron grabados en pista como Sepang 2015, Argentina, Assen, Valencia… donde la admiración mutua se mezcló con la rivalidad deportiva, con el deseo de demostrar quién era el mejor, quién dictaba el nuevo rumbo.

Ahora, con el séptimo título, Márquez no solo firma un regreso espectacular, también se posiciona para reescribir la historia: igualar a Rossi en campeonatos es un hito simbólico, un reconocimiento de que ha soportado lo indecible para volver a ser el hombre a batir. Y aunque los datos aún lo igualan, el espíritu de Márquez mira ya hacia el próximo escalón: superarlo.

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