La relación entre el Inter de Milán y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es uno de los episodios más sorprendentes que haya dejado el cruce entre fútbol y política. Todo empezó a comienzos de los 2000, cuando el club nerazzurro, a través de su capitán, Javier Zanetti, envió una donación económica y material deportivo a las comunidades zapatistas de Chiapas. El gesto no era una campaña publicitaria ni un movimiento institucional: fue, ante todo, un acto de solidaridad que se hizo público casi por accidente.

Aquella ayuda despertó la inesperada respuesta del Subcomandante Marcos, nombre de guerra del intelectual y escritor Rafael Sebastián Guillén Vicente, una figura enigmática que mezclaba literatura, activismo político y un estilo comunicativo cargado de ironía y simbolismo. Este escribió una carta abierta al Inter agradeciendo la solidaridad y proponiendo lo que, durante unos meses, pareció una locura posible: un partido amistoso entre una selección zapatista y el equipo italiano. La invitación, planteada con la ironía y la carga política que caracterizaban los comunicados de Marcos, recorrió el mundo y convirtió el episodio en un fenómeno mediático global.

El Inter, respondió con cordialidad. Zanetti, actuando como puente entre el cuadro transalpino y el EZLN, mantuvo el intercambio simbólico y se mostró dispuesto a participar en todo lo que fuera viable y seguro para el club. La propuesta incluso llegó a incluir un árbitro de lujo: Diego Armando Maradona, a quien Marcos invitó públicamente a impartir justicia en ese hipotético “partido del siglo”, aunque también se tantearon otros nombres como el de Jorge Valdano.

Nunca se llegó a concretar. Las cuestiones de seguridad, la distancia logística y las agendas deportivas imposibilitaron que el encuentro se jugara. Sin embargo, el vínculo quedó fijado en la memoria cultural del Inter y en los comunicados del EZLN, que continuaron mencionando a Zanetti con una mezcla de afecto, respeto y humor político.

¿Qué es el EZLN?

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es un movimiento político, social e indígena surgido en el estado mexicano de Chiapas, cuya existencia se dio a conocer al mundo el 1 de enero de 1994 con su levantamiento armado. Ese día, mientras entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el EZLN ocupó varias cabeceras municipales para denunciar la pobreza estructural, el abandono del Estado y la exclusión histórica de los pueblos indígenas.

Aunque su nombre remite al líder revolucionario Emiliano Zapata, el zapatismo contemporáneo combina reivindicaciones campesinas con demandas de autonomía indígena, rechazo al neoliberalismo y defensa de la dignidad y la autodeterminación comunitaria. Tras los primeros enfrentamientos con el ejército mexicano, el EZLN optó por abandonar la vía armada y transformarse en un movimiento civil, sin entregarse ni disolverse. Desde entonces, ha desarrollado una red de caracoles y juntas de buen gobierno, estructuras autónomas que gestionan educación, justicia, salud y organización local sin intervención del Estado.

La figura central de su comunicación pública fue durante décadas el Subcomandante Marcos quien, bajo pasamontañas y pipa, se convirtió en uno de los iconos políticos más influyentes de finales del siglo XX. Su identidad, que estuvo durante décadas debatida, fue oficialmente atribuida por el gobierno mexicano al entonces profesor universitario Rafael Sebastián Guillén Vicente, aunque el EZLN nunca ha confirmado ni desmentido dicha versión. En 2014, Marcos anunció “la muerte” simbólica de su personaje para dar paso al Subcomandante Galeano, con el fin de recentrar el protagonismo en las comunidades indígenas.

Hoy, el EZLN sigue siendo un movimiento activo, aunque menos mediático que en los años 90 y 2000. Su influencia continúa siendo fuerte en el ámbito de los derechos indígenas, los debates sobre autonomía y las redes internacionalistas.

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