Con los primeros Juegos Olímpicos de Atenas en 1896, se inauguró la prueba del maratón. Basada en el mito griego de Filípides, consistía en recorrer los más de 40 kilómetros que separan la ciudad de Maratón de la capital griega. La primera mujer en terminar una maratón fue la griega Stamatis Rovithi, que completó ese mismo recorrido en 1896, aunque su participación fue extra-oficial ya que, durante décadas, las mujeres no tuvieron permitido competir en la disciplina. De hecho, al comienzo de los juegos, directamente no lo hicieron en ningún deporte.
En París 1900, participaron en 5 categorías: tenis, vela, croquet, equitación y golf. Poco a poco, cada vez fueron más las disciplinas que abrieron sus puertas a las mujeres, sin embargo, no fue hasta 1928 cuando lograron competir en atletismo. En los Juegos Olímpicos de aquel año, fueron pocas las modalidades en las que participaron. Se realizaron los 100 metros, relevos 4x100 y, como medio fondo, los 800 metros.
En esta última prueba, las mujeres que participaron sufrieron colapsos que, en vez de ser atribuidos a una mala preparación, provocaron la creencia de que no podían realizar recorridos de larga distancia. Que las mujeres envejecerían con mayor celeridad o que su aparato reproductor se vería dañado eran algunos de los argumentos que se esgrimían en aquel entonces. Algo que, con el tiempo, quedó desmentido, pero hasta 1960, la distancia máxima en categoría femenina fueron los 200 metros.
El maratón que cambió la historia
En 1967, sucedió uno de los hechos que, posteriormente, marcaría la participación de las mujeres en la prueba de la maratón. En Boston, la corredora Katherine Switzer, consiguió participar inscribiéndose bajo sus iniciales: KV Switzer. Pasó así desapercibida hasta el día del evento, donde se causó mucho revuelo. Miembros del evento y corredores intentaron sacarla de la competición, aunque no tuvieron éxito. Switzer consiguió terminar el maratón con un tiempo de 4 horas y 20 minutos, convirtiéndose en la primera mujer en participar de forma legal en uno.
La valentía de la alemana supuso un impulso para que la mujer tomara más interés en participar en carreras de larga distancia. El Maratón de Nueva York, en 1971, integró la categoría femenina y sirvió de ejemplo para que el resto hiciera lo mismo. Se crearon más competiciones en las que se incluyeron mujeres. En Waldniel, Alemania, se celebró el primer 42k exclusivamente femenino, con el objetivo de que las grandes empresas apoyaran la causa con patrocinios.
Sin embargo, pese a todos los avances que se dieron durante la década de los 70, el Comité Olímpico Internacional seguía sin incluir la disciplina en los Juegos. En 1980, tras un comunicado del Colegio Americano de Medicina Deportiva en el que negaron evidencias científicas sobre los contras acerca de la participación de la mujer en carreras de larga distancia, el COI se quedó sin argumentos para no permitir la participación de las mujeres en la Maratón Olímpica. Finalmente, tras años de lucha, en los Juegos de los Ángeles en 1984, se incluyó la categoría femenina en la maratón.
La atleta estadounidense, Joan Benoit Samuelson, fue la primera mujer en colgarse el oro olímpico en la prueba con un tiempo de 2:24:52. Como ocurre en otras disciplinas, el tiempo se fue reduciendo en ediciones posteriores de forma progresiva. La británica, Paula Radcliffe, se hizo con el récord desde el año 2003 hasta en 2019, con una marca de 2:15:25, hasta que Brigid Kosgei, de Kenia, lo rompió ese mismo año (2:14:04). En los últimos Juegos Olímpicos de París 2024, el maratón femenino cerró el programa del atletismo, y no el masculino, por primera vez en 40 años.