La selección española femenina de balonmano ha quedado eliminada del Mundial tras caer por 25‑29 frente a Alemania en su partido decisivo. Con este resultado, España no ha logrado colarse entre las ocho mejores selecciones, pese a depender de sí misma —una oportunidad que se había abierto tras resultados anteriores. 

El revés ha provocado decepción en el equipo, que había depositado mucha ilusión en este torneo. Las Guerreras han demostrado carácter hasta el final, pero las carencias ofensivas y defensivas les han pasado factura en un Mundial en el que llegaban con esperanzas de competir al más alto nivel.

Un partido marcado por las debilidades españolas

Desde el inicio, se hizo evidente que España tendría dificultades. A los 13 minutos ya acumulaba un marcador de solo 2‑6, reflejando una falta de eficacia ofensiva notable. La incapacidad para conectar con la pivote, la falta de lanzamientos exteriores y los errores en ataque minaron las opciones españolas desde el arranque.

En defensa, Alemania impuso un ritmo elevado, explotando transiciones rápidas y aprovechando la vulnerabilidad defensiva de España. Las Guerreras intentaron reaccionar tras el descanso, con ciertos momentos de esperanza, pero un parcial de 0‑4 al inicio de la segunda parte les dejó casi sin margen. Aunque hubo respuesta: con más intensidad y cambios tácticos, España redujo distancias acercándose hasta un 24‑27, un atisbo de lucha que mostró orgullo y carácter. Pero el desgaste físico, los errores repetidos y la falta de contundencia impidieron la remontada.

Un torneo irregular

Este Mundial había arrancado con esperanzas: tras imponerse a Montenegro para acceder a la segunda fase, España había demostrado su capacidad en momentos clave. Las derrotas anteriores habían implicado superar errores y encarar cada partido con máxima concentración; la última cita ante Alemania era vista como una oportunidad de recuperar el protagonismo.

Sin embargo, las carencias estructurales del equipo, la falta de efectividad ofensiva y la inconsistencia defensiva han pesado más que la ambición. Esta eliminación supone un golpe duro: el proyecto de reconstrucción se ve truncado, y la eliminación llama a reflexionar.

La salida del Mundial deja un sabor amargo. España ha entregado sudor y garra, pero no ha alcanzado el nivel que muchos esperaban. Pese a ello, el esfuerzo colectivo, el carácter mostrado en ciertos momentos y la voluntad de pelear hasta el final merecen reconocimiento. Las Guerreras cierran esta edición con una mezcla de frustración e incertidumbre. Ahora tocará analizar, reconstruir y aprender. Pero también sigue la esperanza de que este grupo, joven en muchos casos y con margen de mejora, pueda resurgir en el futuro.

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