El aterrizaje de Jérôme Boateng en la Ciutat Deportiva Joan Gamper no ha sido un gesto improvisado ni una simple cortesía institucional. En los despachos del FC Barcelona existe la convicción de que, más allá de su pasado controvertido, el excentral alemán puede aportar una mirada técnica útil mientras completa los requisitos para obtener su licencia de entrenador. El club no se pronuncia sobre su vida personal, pero sí subraya que se trata de una colaboración limitada al ámbito formativo.

Boateng, retirado oficialmente a finales de septiembre tras su paso por el LASK, busca dar el salto a los banquillos y necesita acumular horas de observación y prácticas. El Barça ha considerado que puede ofrecerle ese entorno controlado, especialmente porque el jugador mantiene una buena relación con Hansi Flick, su exentrenador en el Bayern y actual técnico azulgrana. La presencia de Boateng en varias sesiones no ha sido casual: Flick y su staff le han permitido seguir de cerca el trabajo táctico, los ejercicios con balón y el método de preparación que el alemán intenta implantar en la plantilla.

Además, el Barça ha querido transmitir normalidad: la entidad llegó a publicar un mensaje de bienvenida en redes sociales, gesto que inevitablemente le colocó bajo los focos en un momento en el que el alemán vuelve a ser objeto de debate público. Desde la directiva insisten en que el club está facilitando un proceso formativo de carácter estrictamente profesional, y que no existe un vínculo contractual ni deportivo. Boateng no entrena con el grupo, no participa en ejercicios y no existe plan alguno para integrarlo en ninguna estructura del club más allá de la observación.

¿Por qué el Barça y no el Bayern?

En el caso de Boateng, lo lógico sería pensar que esas horas de prácticas y observación técnica, las realizaría en el club que le dio sus mejores años en este deporte, pero la realidad es bien distinta. En un primer momento, el ex jugador había acordado una pasantía con el actual técnico del conjunto bávaro, Vincent Kompany, pero en cuanto esa información salió a la luz, la ira de la afición germana estalló.

A lo largo de los siguientes partidos que se disputaron en el Allianz Arena, se podía ver mensajes muy críticos con esta decisión: "No more space for Boateng" o "Draw the line against misogynist violence" (hay que dibujar una línea ante la violencia misógina). Tanta fue la presión que tuvo que soportar el cuerpo técnico, que finalmente emitieron un comunicado que apuntaba que tanto Boateng como el club habían decidido cancelar esa colaboración. De manera oficial se habló que había sido un "acuerdo mutuo", pero la realidad es que la entidad, ante tal presión desde colectivos feministas, socios y peñas que reclamaban una condena por agresión, prefirió romper el acuerdo para salirse del foco del huracán.

La reacción en Alemania dejó claro un cambio de sensibilidad: el Bayern prefirió evitar un conflicto reputacional en plena temporada. Boateng, por su parte, trató de desactivar la tensión asegurando que se concentraría en sus proyectos empresariales y en finalizar su licencia A de entrenador, pero el daño ya estaba hecho. Su imagen en el club donde construyó su legado (dos Champions, múltiples Bundesligas, un triplete histórico) quedó golpeada de manera evidente.

Los casos que provocaron su caída

El rechazo no se explica solo por una condena puntual. El historial de Boateng está marcado por una serie de episodios que han alimentado la polémica durante años. La sentencia más conocida es la que recibió en julio de 2024, cuando un tribunal alemán lo declaró culpable de daño corporal intencional contra su expareja, Sherin Senler. El caso, ocurrido en 2018 durante unas vacaciones, incluyó acusaciones de insultos, golpes, un supuesto mordisco y lesiones en el rostro.

La condena se tradujo en una multa suspendida de 200.000 euros, una advertencia formal y una orden de donación obligatoria a una organización benéfica. Aunque la pena fue leve, el fallo judicial consolidó una percepción pública muy negativa que ya venía creciendo desde años antes.

A ello se sumó la tragedia de Kasia Lenhardt, pareja de Boateng durante 2020 y hallada muerta en 2021. Tras su fallecimiento, varias informaciones (incluyendo mensajes, audios y documentos entregados a la prensa) apuntaban a presuntos episodios de violencia física, psicológica y control coercitivo. Aunque la investigación se reabrió tras su muerte, finalmente fue archivada en 2025 por falta de pruebas, ya que Lenhardt era la testigo principal. Sin embargo, el caso dejó un poso emocional enorme y deterioró aún más la reputación del futbolista.

Incluso su propia madre apareció mencionada en correos que salieron a la luz, asegurando que su hijo había ejercido comportamientos agresivos durante años. Esos detalles, aunque no forman parte de procesos judiciales activos, fortalecieron la percepción de que no se trataba de un incidente aislado.

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