El fútbol portugués vuelve a vivir días de alta tensión. La última polémica llegó en la Copa de Portugal, donde el Sporting CP logró eliminar al Santa Clara tras una prórroga forzada por un penalti señalado vía VAR después de una revisión eterna. Una decisión que encendió los ánimos en las Azores y que ha tenido consecuencias inmediatas fuera del césped.
El Benfica, dirigido por José Mourinho, no tardó en reaccionar. El club lisboeta emitió un comunicado durísimo contra el arbitraje y contra lo que considera una reiteración de decisiones favorables al Sporting. “Otro episodio escandaloso”, arranca el texto, que denuncia doce minutos de revisión para encontrar un penalti “que beneficiara al mismo equipo de siempre”. El tono no deja espacio a la duda: el Benfica habla de descrédito absoluto y de competiciones que “se deciden antes de que comiencen”.
No es solo una queja puntual. El comunicado recuerda episodios pasados en ese mismo estadio, penaltis no señalados, saques de esquina inexistentes, y apunta a un patrón que, según el club, se repite cuando el Sporting no gana. El mensaje es claro: el arbitraje vuelve a estar en el centro del debate y el fútbol portugués entra en una fase de máxima fricción institucional justo cuando la temporada aún no alcanza el tramo decisivo. Y, una vez más, en el epicentro de la tormenta aparece el mismo nombre.
Mourinho y el conflicto permanente con los árbitros
Allá donde ha entrenado, José Mourinho ha mantenido una relación tensa, cuando no abiertamente hostil, con los árbitros. No siempre con las mismas formas, pero sí con un patrón reconocible: denunciar lo que considera injusticias estructurales, señalar poderes ocultos y advertir de un sistema que, según él, no trata a todos por igual.
En España, durante su etapa en el Real Madrid, elevó el conflicto a un nivel nunca visto. Llegó a ironizar públicamente sobre el poder del FC Barcelona en el estamento europeo: “No sé si es por llevar UNICEF en la camiseta, o por el poder de Villar en la UEFA, o por si son simpáticos, pero no lo entiendo. Enhorabuena por tener un fantástico equipo de fútbol, pero enhorabuena por todo el poder que tienen”.
Aquella guerra verbal marcó una época y condicionó durante años el clima arbitral en LaLiga. Mourinho no se limitaba a protestar jugadas concretas; apuntaba directamente a una supuesta red de influencias que, según él, desequilibraba la competición. Años después, salió a la luz el caso Negreira y, aunque no hay pruebas de que los pagos al exvicepresidente del comité técnico de árbitros condicionaran el resultado de algún encuentro, esto dio otro matiz a la creencia de Mourinho.
En el Inter de Milán, Mourinho denunció durante años un trato desigual en la Serie A frente a los grandes históricos. En el Manchester United, el patrón se repitió. Mourinho cargó contra árbitros, decisiones “blandas” y un sistema que, según él, protegía a otros clubes. Incluso en una Premier League menos tolerante con la confrontación pública, el técnico portugués convirtió el arbitraje en parte del relato competitivo de su equipo. El entrenador fue investigado durante su etapa en el cuadro inglés por varias declaraciones contra los árbitros de la Premier.
Turquía: cuando el tiempo le dio la razón
Su etapa en Turquía con el Fenerbahçe añadió un matiz inesperado. Allí, Mourinho volvió a cargar duramente contra el sistema arbitral y la propia competición, con declaraciones demoledoras: “Es demasiado gris, es demasiado oscuro, huele mal”. En aquel momento, sus palabras fueron interpretadas como exageradas o interesadas. Sin embargo, meses después estalló un escándalo de apuestas que salpicó a árbitros y jugadores del fútbol turco, dando credibilidad retrospectiva a parte de sus denuncias.
Ese episodio reforzó su imagen ante muchos aficionados como alguien que incomoda al sistema y que, en ocasiones, termina teniendo razón. Turquía se convirtió en el ejemplo que sus seguidores utilizan ahora para justificar que sus críticas no son simples cortinas de humo.
Un patrón que se repite
Con ese bagaje, el comunicado del Benfica no puede leerse solo como una protesta institucional. Es también la continuación de una forma de entender el fútbol que Mourinho ha defendido durante toda su carrera: presionar al entorno, condicionar el relato y convertir el arbitraje en un foco permanente de atención.
En Portugal, el contexto añade tensión. El Oporto lidera la liga con cinco puntos de ventaja sobre el Sporting y ocho sobre el Benfica. Cualquier decisión polémica adquiere un peso específico enorme. Y con un clásico copero entre Benfica y Oporto en el horizonte, el clima no puede ser más delicado.
La pregunta ya no es si Mourinho volverá a chocar con los árbitros, sino cuándo y hasta qué punto. Portugal es solo el último escenario de una constante que atraviesa su carrera: allí donde va, el debate arbitral se intensifica. Para algunos, es victimismo estratégico. Para otros, una forma de proteger a su equipo y desviar la presión. Y para sus seguidores, la señal de alguien que no acepta lo que considera injusto, aunque eso implique incendiar el entorno.
Lo cierto es que, con Mourinho, el arbitraje nunca es un asunto menor. Y el fútbol portugués, a juzgar por los últimos acontecimientos, se prepara para una segunda mitad de temporada tan apasionante como cargada de polémica.