Volcán La Palma

El mayor desafío de ACS: una carretera nacida de la lava

Dragados, filial de ACS, ha finalizado un desafío único: construir la primera carretera sobre lava que devolverá conexiones a La Palma

elplural.com

El 19 de septiembre de 2021, la tierra se abrió en La Palma. Acababa de nacer el Volcán de Tajogaite, que durante 85 días tuvo a España en vilo. La erupción más larga de la historia de la isla -y la tercera más duradera del archipiélago canario- sepultó con 217 millones de metros cúbicos de lava y cenizas 1.200 hectáreas de la conocida como Isla Bonita, el equivalente a toda la ciudad de Melilla.

Las consecuencias inmediatas fueron desastrosas: 1.676 edificaciones fueron destruidas, según los datos del Cabildo de La Palma, aunque las estimaciones desde el aire realizadas por el sistema de satélites europeos Copernicus elevan la cifra hasta las 3.000, y más de 7.000 personas tuvieron que ser evacuadas de sus viviendas.

En el medio plazo, las secuelas de la erupción siguen teniendo efecto sobre los palmeros: la lava pasó por encima de cinco carreteras, sepultando 73,8 kilómetros de vías de transporte. De repente, lo que antes era un viaje de cinco minutos pasó a convertirse en trayectos de 2 horas. 

Para recuperar las conexiones en La Palma con urgencia, Dragados inició un proyecto nunca antes visto: la construcción de una carretera sobre la lava. Un hito técnico, ambiental y de innovación que ha conseguido en pocos meses, y por primera vez, crear una carretera sostenible sobre lava reciente, en un terreno que ha llegado a superar los 500 ºC.

Abriendo camino entre la lava

La nueva carretera une el núcleo de Tazacorte con Puerto Naos. Tiene una longitud de 3,9 kilómetros, de los cuáles, más de la mitad -2,3 kilómetros- discurren sobre coladas de lava. Y a este reto de la ingeniería hay que sumar la construcción de un viaducto de 243 metros. “Es el mayor desafío al que nos hemos enfrentado. Allí hubo una catástrofe natural y en tiempo récord hemos hecho una carretera, hemos reaccionado y hemos hecho algo que no se había hecho nunca antes”, explica José Luis Rodríguez, delegado de la filial de ACS en las Islas Canarias.

Ante desastres volcánicos de esta envergadura, la estrategia habitual era levantar pistas de tierra para restaurar la conexión. Pero Dragados ha hecho algo innovador: construir sobre la lava una carretera tradicional, de 70km/hora, capaz de acoger a los 22.000 vehículos que cada día usaban la antigua LP2. 

Un desafío nunca antes realizado, que se ha conseguido en un año y, además, de manera sostenible, reutilizando materiales de la propia erupción volcánica para reintegrarlos en el firme de la carretera. 

Además, la carretera se ha diseñado con la vista puesta en recuperar el territorio, con permeabilidad para que, en combinación con los caminos laterales, se pueda acceder a edificios e instalaciones aislados hasta ahora por la lava. “Hay casas que se han quedado como una isla, y la carretera va a permitir volver a acceder a esa vivienda o esas plantaciones”, explica el responsable de Dragados.

Los riesgos de construir sobre lava

Construir sobre lava es un desafío extremo que tiene tres riesgos principales: temperatura, gases nocivos y terreno inestable. 

La innovación tecnológica de Dragados se ha convertido en la gran aliada de esta obra puesto que los mapas de temperatura del terreno se han realizado con la ayuda de drones equipados con cámaras térmicas. Además, la tecnología aérea se ha combinado con sistemas de modelaje de 3D para realizar la termografía y actualizar la información, después de que los mapas topográficos clásicos hayan quedado inservibles tras la catástrofe. “La preocupación inicial y fundamental al iniciar los trabajos era la seguridad. Allí estábamos en un entorno con unas temperaturas muy altas. En algunas zonas había 400 y 500 ºC en las fases iniciales”, explica el delegado de Dragados en el archipiélago.

Además de las temperaturas, los gases eran otro riesgo presente en el proyecto. “Había que trabajar con medidas de seguridad adecuadas: establecimos un protocolo, se dieron detectores y había gente específica controlando los gases para evitar un accidente”, detalla Rodríguez.

Por último, era necesario controlar el terreno y, sobre todo, detectar tubos lávicos, las cavidades que se forman cuando la lava de la superficie se enfría y solidifica, pero dentro sigue fluyendo la lava. La capa sólida puede tener metros de grosor… o centímetros. “Íbamos a meter ahí maquinaria muy pesada, de 70 toneladas, y se podía hundir”, ilustra Rodríguez. La solución vino de la mano del Instituto Geológico y Minero, que realizó estudios con georradar de 100 Hzs para detectar los tubos lávicos y monitorizó con satélite los asentamientos de la colada, para asegurar la capacidad de la carretera de soportar un tráfico pesado T2 (entre 200 y 800 vehículos pesados al día).

Desafíos técnicos: la carretera que enfría

El uso de drones con cámara térmica ha servido para diseñar el trazado de la carretera y diagnosticar el paquete de firmes a utilizar, pero también se ha estudiado la transferencia de calor que se espera desde la colada volcánica a la plataforma de la carretera y a su parte superficial. Además, se ha realizado una auscultación continua “in situ” y un seguimiento diario de los datos que han llegado a registrar hasta 350 ºC en algunos puntos. 

Fuera de la carretera, se ha elegido una zona con hasta 200 ºC de temperatura en superficie para construir 8 secciones de prueba para testar la novedosa mezcla bituminosa desarrollada para el proyecto con polímeros que mejoran las características estructurales y la resistencia a altas temperaturas.

Mediante el uso de materiales como el cemento de aluminato de calcio, se ha conseguido una difusión activa del calor más eficaz. Y se ha ejecutado para ello una mezcla de zahorra artificial con material que procede de la propia erupción volcánica, consiguiendo una capa aislante de las altas temperaturas en zonas de lava.

Un proyecto imposible y sostenible

La reutilización de los materiales pétreos de la propia erupción es una de las señas de identidad del proyecto, en línea con la apuesta por la sostenibilidad que identifica al Grupo ACS. No solo los materiales aislantes provienen en parte del volcán, también comparten este origen los áridos de la mezcla de hormigón utilizada para el viaducto o los componentes de los terraplenes y los rellenos.

“Desde el primer momento se planteó reutilizar todo el material que tenías en la traza que íbamos excavando, de manera que tuviéramos que traer lo mínimo posible de otras partes de la isla o de otras islas”, explica la jefa de materiales de Dragados, Pilar Segura.

“Buscas la mayor sostenibilidad posible y no incrementar la huella de carbono con transportes que, además, allí son muy complicados. Y, sobre todo, no seguir afectando a otras zonas de la isla, que ya bastante impactada está”, subraya Segura.

La vinculación de Dragados con la isla

ACS es una multinacional, pero también actúa como una empresa local. Una faceta que en Canarias toma un cariz especial, porque Dragados ha estado presente en La Palma desde su nacimiento, aportando a su crecimiento y desarrollo con proyectos emblemáticos como el Grantecan, el mayor telescopio del mundo. 

Con ese arraigo, la compañía vivió en primera persona la erupción. “La Palma es una isla pequeñita, que tiene 80.000 habitantes y tenemos allí muchas obras. Estábamos trabajando cuando se produjo la erupción y vivimos todas las fases, desde el momento en que empezó la erupción hasta que finalizó”, explica Rodríguez, delegado de Dragados en Canarias.

“Se cortaron las comunicaciones entre el norte y el sur de la isla y los agricultores, para ir a sus plantaciones, un trayecto que antes eran cinco o diez minutos, de repente pasaron a tener trayectos de dos horas para y dos horas para volver. A nosotros nos pasó igual y los trabajadores no podían venir a trabajar, no podían llegar”, explica el responsable de Dragados.

Ahora, la isla se ha beneficiado en primera persona y en la construcción de la carretera, Dragados ha primado la colaboración de empresas locales para impactar de manera positiva en la comunidad palmera y contribuir a la reactivación económica de la población.

Un proyecto cargado de sentimientos

Buena parte de los trabajadores en la construcción de la carretera son canarios que han trabajado con las emociones a flor de piel para que La Palma recupere sus conexiones y la sonrisa. 

Rodríguez describe cómo fueron aquellos días que han revivido durante la construcción: “Era dramático porque semana a semana la gente iba perdiendo viviendas, plantaciones de plátanos de las que vivía y había un clima de incertidumbre grandísimo porque tú no sabías si tu casa iba a ser la siguiente”.

Ahora, la construcción de la carretera ha vuelto a dar momentos de proximidad, con vecinos y afectados acercándose a la oficina de obra a proponer medidas que proporcionen alivio a su situación “Se ha intentado dar solución a todos esos problemas, con cercanía y cariño, porque al final son tus amigos, tus vecinos, los que los están sufriendo”.

“Cuando nos llamaron a nosotros para hacer la obra, me sentí muy orgulloso”.