La tarifa plana para autónomos es una medida que forma parte de un paquete más amplio de ayudas activado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para apoyar el autoempleo, favoreciendo la conciliación de la vida laboral, familiar y personal de las personas autónomas, además de consolidar el tejido empresarial local, especialmente en el medio rural. El objetivo es facilitar el inicio de actividad y consolidación de nuevos negocios en sectores estratégicos, desde la agricultura ecológica hasta los servicios o la innovación.
Según datos del Ejecutivo autonómico, se han destinado 22 millones de euros para impulsar el emprendimiento, con más de 10.500 solicitudes registradas en sus distintas líneas de apoyo.
De pisar uvas con su abuelo a crear su propia bodega
Natalia Palacios, de 28 años, es una de las beneficiarias de esta ayuda y todo un ejemplo de emprendimiento en el mundo rural. Vive en El Pardal, una pequeña aldea de Molinicos (Albacete) -mítico escenario de la película 'Amanece que no es poco', de José Luis Cuerda-, en el corazón de la Sierra del Segura, y ha aprovechado la tradición familiar para hacer de ello su medio de vida. Sus abuelos tenían viñedos con cepas de más de 50 años y algunas, incluso, de 200. Uno de sus primeros recuerdos de la infancia es pisar la uva para hacer un vino 'casero' y su interés por probarlo. "Mi abuelo me explicaba que primero se hacía el 'vino para niños', el mosto, y luego, con la fermentación, el de adultos. Aquella vivencia marcó su vínculo con la tierra y con una cultura vitivinícola que ha sobrevivido durante generaciones".
Décadas después, esa herencia ha evolucionado en Montemundo, una pequeña bodega familiar que apuesta por vinos ecológicos elaborados a más de 1.000 metros de altitud. Natalia ha dado un giro a esta tradición familiar, combinando formación con un profundo amor por su tierra. Estudió Industrias Alimentarias y Agrónomos en Albacete y ha formado un equipo imparable junto a su hermana y hermano. "Emprender en Molinicos era lo más natural, porque aquí están nuestras raíces. Para dar vida a nuestra sierra, mantener las tradiciones y demostrar que en los pueblos también se pueden hacer cosas bonitas y con futuro", asegura.
Su primer vino lo crearon en 2014 y le llamaron 'La Burra', como homenaje a sus antepasados, a la sierra y a toda su gente. El proyecto representa a una nueva generación de emprendedores que, con mucho esfuerzo y tesón están dando una nueva vida al mundo rural. El comienzo, reconoce, no fue nada fácil: "Tienes la sensación de que trabajas muchas horas, pero no ves ingresos".
La tarifa plana de autónomos, algo más que una ayuda
En este contexto, la tarifa plana para personas autónomas ha sido un alivio crucial. Natalia conoció la ayuda mientras buscaba información antes de darse de alta como autónoma. "Me pareció una ayuda buenísima para lanzarme. Los primeros meses son los más duros y cualquier empujón te da fuerza para continuar".
Gracias a esta reducción en la cuota de la Seguridad Social durante los dos primeros años de actividad, ha podido invertir en materiales, mejorar elaboraciones y dedicar más tiempo a formarse. “Sin esta ayuda, me habría costado mucho más empezar. No es solo el ahorro económico, es la tranquilidad y la energía que te da saber que tienes un pequeño colchón”, explica.
Además, le ha permitido seguir impulsando su proyecto con menos presión económica. Mientras complementa sus ingresos con trabajos en redes sociales, su sueño es poder dedicarse por completo a la bodega.
El valor de emprender en el mundo rural
Para Natalia, emprender es como una carrera de fondo: “Esto es una maratón, hay que formarse constantemente, resistir, no compararse con los demás y aprender a no frustrarte por lo que no puedes controlar. Lo más importante es seguir con ilusión y creer en lo que haces”.
Natalia también apunta al valor simbólico de emprender en su tierra: “Es una forma de mantener viva la Sierra del Segura, de quedarnos en el pueblo, de apostar por una forma de vida conectada con el territorio”.
Casos como el de Natalia reflejan el impacto directo de las políticas públicas en la vida real. “Aquí no hay muchas oportunidades laborales. Estas ayudas no solo alivian económicamente, también te dan ese impulso anímico para decir: venga, voy a por ello”, asegura.
Vinos con identidad y altura
Montemundo no es solo una bodega: es una declaración de principios. En sus botellas se encierra una forma de entender el paisaje, el clima y las raíces. Natalia y sus hermanos trabajan con variedades como la Mencía, tradicionalmente del norte, pero que está encontrando en la sierra albaceteña un nuevo hogar gracias al cambio climático.
“La altitud, el clima de montaña y el suelo de esta zona nos están permitiendo elaborar vinos de altura con mucha personalidad”, cuenta. A más de 1.100 metros, la viña se convierte en un laboratorio de adaptación y futuro.
Un futuro que fermenta a fuego lento
Aunque aún no considera que el proyecto sea un negocio consolidado —los ingresos son modestos y el crecimiento, lento—, ve con emoción cómo va tomando forma su negocio. Su meta es crecer sin prisas, pero con firmeza. “Queremos que nuestros vinos gusten tanto a jóvenes como a mayores, y que sirvan para dar vida a nuestro hogar”.
Con el respaldo de ayudas como la tarifa plana y el compromiso con su tierra, Natalia Palacios encarna una nueva generación de emprendedores rurales. Personas que no solo buscan ganarse la vida, sino también transformar su entorno desde la innovación, respetando la tradición.