No es nada nuevo, Miguel Ángel Rodríguez (MAR) es de sobra conocido por su estrategia frente a los problemas. Parece que se crece ante ellos, que se viene arriba en terrenos de juego hostiles. Cuando parece arrinconado -bien directamente él, bien un tercero como en este caso es el novio de Isabel Díaz Ayuso, Alberto González Amador- inventa (en el sentido más amplio de la palabra) para salir entre varios contrincantes en un nuevo ejercicio digno de los mejores trileros en el que la bola ha dejado de estar donde todo el mundo pensaba. Y es que, con el responsable de prensa de la lideresa del PP, uno nunca sabe: Haces chas, y apareces imputado.

Como ha ocurrido en otros casos a lo largo de su carrera al frente de la comunicación de personalidades ‘populares’ y en el mismo escenario que rodea a la pareja de la baronesa, MAR ha logrado que los focos dejen de deslumbrar al protagonista del caso -confesión mediante de un defraudador- para comprobar quién filtró esa conversación que, por otro lado, Rodríguez sesgó para tratar de convencer -y conseguirlo, o casi- a la opinión pública de lo imposible.

Cuando el compañero sentimental de Ayuso parecía cegado, y a sabiendas de que su nombre resonaría todavía durante un tiempo en los medios de comunicación por razones evidentes, la mano derecha de la presidenta cambió los jugadores de la partida para que el rey pareciera peón.  Si bien, el castillo de naipes se le empieza a desmoronar porque, haciendo propio el refranero español: no hay mentira que cien años dure.

Aun así, MAR está logrando contener -quizá más a base de resiliencia y con el firme seguidismo solo de lo más fieles, que cobran fuerza en un país cada vez más altamente polarizado- que todos los periódicos progresistas mentimos, que González Amador es un ciudadano particular y, sobre todo, que lo más grave de todo es que alguien accedió por medio de otro alguien a una conversación en la que quien debería mantenerse protagonista está reconociendo abiertamente un delito. Y eso, hay que dejar que hable la Justicia, es un hecho objetivo que trae consigo una responsabilidad, pero desde luego las portadas han dejado de abrir con lo más importante.

García Ortiz declara el 29 de enero

El fiscal general dice estar “tranquilo” antes de su citación del próximo 29 de enero ante el Tribunal Supremo (TS) para declarar como investigado por presunta revelación de secretos sobre el novio de Ayuso.

El auto del Alto Tribunal ha sido muy cuestionado por el Gobierno Central y por agrupaciones de fiscales como la Unión Progresista de Fiscales (UPF). El ministro de presidencia, Félix Bolaños, o la responsable de Educación, Pilar Alegría, además del propio Pedro Sánchez, defienden la honorabilidad de García Ortiz mientras que sus compañeros de profesión ven en el documento una “caza de brujas” contra su receptor.

Los magistrados consideran que lo que el juez del TS llama “indicios" contra los investigados -además del fiscal general, también están incluidos la Fiscal Provincial de Madrid, Pilar Rodríguez; y el Teniente Fiscal de la Secretaría General Técnica, Diego Villafañe- por haber desmentido el bulo fabricado por el entorno de Ayuso obedece simple y llanamente al “normal funcionamiento” del Ministerio Público que opera bajo los principios de unidad y jerarquía y en la que todos sus miembros cuentan con la obligación de informar de los asuntos de especial trascendencia a sus superiores.

El resto de jueces contempla como “un ataque directo a la Institución del Ministerio Fiscal y a su funcionamiento  interno” el auto dado que la “dación de cuenta al Fiscal General de los asuntos trascendentes no es una posibilidad, sino una obligación”. “El auto no supone otra cosa que manifestar que la dación de cuentas al superior jerárquico puede ser considerado a partir de ahora un indicio de delito (…)”, indican a la vez que califican el texto como un “ataque frontal y sin precedentes al trabajo diario de los fiscales y al Estado de Derecho”.

Ampliar la investigación sobre el novio de Ayuso

La Fiscalía ha reclamado esta semana ampliar la investigación contra el empresario por el presunto pago de comisiones, tal y como adelantaba este miércoles la Cadena Ser.

El órgano jurídico ha impugnado el recurso del compañero sentimental de la lideresa regional para tratar de impedir que la jueza que le investiga por dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental abra una pieza separada para investigarle también por los presuntos delitos de administración desleal y corrupción en los negocios, tal y como ha reclamado la oposición -tanto PSOE como Más Madrid- en sus acusaciones populares.

En un escrito en el que se dirige en un tono muy duro al novio de Ayuso, el fiscal descarta el delito de administración desleal, pero considera que existen indicios sólidos de un delito de corrupción en los negocios.

Por otro lado, en lo que respecta al fraude fiscal, el Ministerio Público no evita la posibilidad de que tenga lugar un delito agravado en tanto en cuanto González Amador habría utilizado empresas pantalla y testaferros para ocultar sus ingresos al Fisco y porque no descarta que la pareja de la responsable de Sol pueda formar parte de una organización criminal que emitía facturas falsas para pagar menos impuestos. Esto segundo es porque, según detalla el escrito, la línea que separa la organización criminal de la cooperación necesaria es muy fina.

Asimismo, la Fiscalía también rechaza de plano que la investigación que se está llevando a cabo se esté realizando con fines políticos, tal y como denunciaba el empresario.

Así las cosas, el escrito recuerdo el caso de Begoña Gómez, mujer de Pedro Sánchez, en el que la Audiencia de Madrid “nos ilustra sobre cuál es la función de la acusación popular y como el objeto de un proceso judicial puede cambiar según progresa la instrucción”.

Si bien, en este caso, emite el fiscal, sí que existe alguna diferencia dado que “la notitia criminis no ha consistido en informaciones periodísticas más o menos contrastadas sino en un procedimiento administrativo contradictorio llevado a cabo por la Agencia Tributaria en el que el recurrente no ha dado explicación alguna”.

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