“A ver si se aclaran de una puta vez”. Esto se escuchaba hoy en la sede de Convergencia, en la barcelonesa calle Córcega. El enfado es de los de alivio. Artur Mas lo ha dicho en una entrevista: “Estoy alucinado. Si lo que quieren es estar fuera del Parlamento y hacer activismo callejero, entonces ¿qué hacen ahí?”. El expresidente respira por la herida. Fueron las CUP las que exigieron que dimitiesen él y algunos de sus consejeros más próximos como condición sine qua non para apoyar a Carles Puigdemont en su investidura.

El expresidente no oculta ni su rencor ni su enfado contra las CUP. Los resultados de la asamblea que los cupaires celebraron este pasado fin de semana, donde las bases reprochaban que se había institucionalizado el partido pactando con la derecha convergente, han acabado con el frágil pacto de gobernabilidad que hasta ahora existía en el parlamento catalán. Lo dicen blanco sobre negro “Hay que desligarse del pacto con Junts pel Si” o bien “No podemos aprobar unos presupuestos que no sean de ruptura”. Blanco y en botella.

Ante estos hechos, Mas ha replicado visiblemente irritado: “Ahora pueden hablar de todas sus reivindicaciones con Oriol Junqueras, porque Mas-Colell ya no está, que era lo que tanto pedían”. Añadamos que Junqueras, líder de Esquerra, es el actual consejero de Economía, cargo que ocupaba antes Mas-Colell. Cabe añadir que el pulso que mantiene el presidente Puigdemont con el líder de Esquerra es público y notorio y amenaza, también, la frágil coalición que gobierna, es un decir, Cataluña.

Pero las CUP no han engañado a nadie, salvo, quizás, a sus electores. El documento aprobado por su asamblea lo dice muy claro. Son antisistema, anticapitalistas, independentistas de extrema izquierda, y no puede tragar con que el gobierno de Junts pel Sí practique el attenttisme, la puta y la ramoneta, vamos, dicho en román paladino. Así que le han exigido unos presupuestos radicales y una activación del proceso secesionista.

Puigdemont no puede ni quiere aceptar ninguna de las dos cosas. Los presupuestos ya lo tienen enfrentado a Junqueras por el aumento de los impuestos. Además, la Generalitat está en bancarrota y depende de los fondos de liquidación autonómica para poder pagar las nóminas. Con más de 70.000 millones de deuda, con el bono de la Generalitat considerado como basura y sin patrimonio que enajenar – en el ejercicio pasado se vendió lo poco que quedaba en materia de inmuebles -, se trata de aguantar hasta ver si el gobierno que surja de las nuevas elecciones en España necesita a Puigdemont y sus diputados.

En ello va la supervivencia de Puigdemont y del nuevo partido que Artur Mas quiere crear a partir de la vieja Convergencia pujolista. Los de las CUP tratarán de hacerle la vida imposible a ambos, sabedores que en los próximos comicios españoles los nacionalistas van a sacar los perores resultados de su historia, quedándose incluso sin grupo parlamentario propio.

Por otra parte, las CUP tienen clarísimo lo que tanto temen los nacionalistas convergentes. En las próximas elecciones autonómicas, la que se va a quedar con la gallina será Ada Colau. De ahí que quieran reforzar su imagen pública más radical e izquierdosa, para evitar la fuga de votos hacia el partido que quiere fundar la alcaldesa de Barcelona.

“A Ada tratármela bien”

Junqueras lo ha dicho así de diáfano a sus colaboradores y consejeros. Hay que tratar con especial mimo a la edil barcelonesa. Los gestos de cariño, las deferencias, el trato preferente caracterizan las relaciones existentes entre ambos lados de la plaza de San Jaime. Tanta fuerza tiene Colau en éste momento, que se dice que ha forzado que no repita como candidato en las municipales Alfred Bosch, el actual líder de Esquerra en el consistorio barcelonés.

La ruptura de Junts pel Sí es tan evidente que pocos son los que le conceden credibilidad. Esquerra se enfrenta abiertamente a la ya difunta Convergencia, las CUP retiran su apoyo al gobierno de Puigdemont, en la Asamblea Nacional Catalana ha habido más que palabras en las últimas elecciones al secretariado en las que se ha vuelto a producir que Liz Castro, la ganadora, haya sido desbancada por Jordi Sánchez, el perdedor. Con este cuadro, ya se habla en el gobierno de la generalitat acerca de una convocatoria de elecciones pasado el verano.

Sí señor, tiene razón el vicepresidente de la Generalitat, el historiador Junqueras. Más les vale tratar bien a Ada, porque les va el cargo en ello. Pero Esquerra es experta en ponerle una vela a Dios y otra al diablo.

Aunque cuesta saber quién es quién.