A Juan Espadas le va a costar eludir el sambenito de ser el candidato del aparato en las primarias que los socialistas andaluces celebrarán en junio, adelantadas seis meses por la convicción de Ferraz y de un número significativo de dirigentes locales de que el partido tiene que renovar cuanto antes su liderazgo porque con Susana Díaz no recuperarán la Junta de Andalucía y porque el presidente Juan Manuel Moreno puede convocar elecciones en cualquier momento.

Algunas informaciones periodísticas apuntan que la dirección nacional del PP intenta convencer a Moreno de que adelante los comicios autonómicos. En San Telmo no ven claro embarcarse en una maniobra tan arriesgada, disfrutando como disfrutan de una cómoda mayoría, pero desde Génova esgrimen no sin razón que las encuestas auguran la consolidación del bloque conservador y que, tras la victoria apabullante de Isabel Díaz Ayuso Madrid, una segunda derrota socialista en una tierra tan emblemática –y tan poblada– como Andalucía llevaría a Pablo Casado en volandas al palacio de la Moncloa.

En un contexto tan adverso electoralmente y tan pesimista anímicamente, los militantes andaluces tendrán que hacer de tripas corazón y decidir, en plena tempestad, si mantienen a Díaz como capitana de nave socialista o entregan el mando a Juan Espadas. Hay un tercer candidato, muy bregado en la vida orgánica y con larga trayectoria política pero poco conocido: es el profesor de Economía de la Universidad de Sevilla Luis Ángel Hierro, sanchista de primera hora con quien, contra todo pronóstico, apenas ha llegado a contar Pedro Sánchez desde que accedió a la secretaría general del partido.

Las apuestas de los entendidos están a favor del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, pero también lo estuvieron en su día a favor de Susana Díaz y, sin embargo, perdió con estrépito frente a Pedro Sánchez. Aun así, es evidente el desgaste sufrido por Díaz tras perder las primarias de 2017 donde todo el mundo la daba ganadora y las elecciones de 2018 donde ninguna encuesta auguraba que perdería la Junta.

Aunque el número de ellos menguó tras las primarias, sus seguidores pudieron perdonarle la derrota ante Sánchez, pero es improbable que le perdonen la pérdida de la Junta de Andalucía. Cuando se pierde el poder, es lógico que se culpe de ello a quien lo detentaba: a Díaz le costará Dios y ayuda que los militantes olviden esa lógica a la hora de votar.

A su vez, la oposición socialista al Gobierno de Moreno no está siendo particularmente efectiva. Es cierto que la pandemia ha reconfigurado el clima político y estrechado mucho los márgenes para atacar al Ejecutivo, pero los socialistas no han acabado de encontrar el tono exacto para criticar de forma creíble las políticas de sus sucesores sin que sus reproches se vuelvan contra ellos por haber gobernado durante 37 años.

Si a ello se añade el interminable calvario judicial de los ERE, la FAFFE, IDEA o la formación, se comprenderá que a las bases del partido les sobren motivos para el desánimo.

Paradójicamente, el mal momento político del PSOE puede operar a favor de Díaz y en contra de Espadas, que necesita que Ferraz mueva cuantos hilos tenga a mano para propiciar su victoria, pero le urge también que ese respaldo pase lo más desapercibido posible, pues no en vano el presidente del Gobierno atraviesa sus horas más bajas desde que llegó a la Moncloa en junio de 2018.

El viento que hasta hace poco tiempo soplaba de popa ahora lo hace de proa. El aspirante Espadas deberá manejar con mucha pericia las velas.