Habrá que ver cómo sale de ésta la ministra de Hacienda y exconsejera andaluza del ramo María Jesús Montero. Es a ella a quien le tocará gestionar el cubo de agua fría que Pedro Sánchez echó ayer en el Senado sobre las espaldas desnudas de las comunidades autónomas: solo 24 horas después de proclamar su intención de agotar la legislatura hasta 2020, el presidente descartaba intentar siquiera la renovación del sistema de financiación autonómica, caducado hace cinco años: “No hay tiempo material”.

“Sí vamos a hacer mejoras para todas las comunidades autónoma”, añadió Sánchez a modo de bolsa de agua caliente para aliviar el aterido espinazo de Ximo Puig o Susana Díaz, presidentes de dos de las comunidades objetivamente más perjudicadas por el actual modelo de financiación, cuya urgente renovación vienen exigiendo desde hace muchos meses.

Pocas balas en la recámara

El presidente ha decidido no abrir ese comprometido melón: aunque tenga dos años por delante; aunque sea una reclamación de casi todas las autonomías, y muy particularmente la de Andalucía; aunque las cuentas autonómicas tengan un déficit estructural de 16.000 millones para financiar adecuadamente sus competencias; aunque Andalucía calcule que necesita 4.000 millones de euros más al año para cubrir adecuadamente los servicios que presta a los ciudadanos y desarrollar las políticas autonómicas que tiene constitucionalmente encomendadas.

Lo llamativo del anuncio del presidente no es que no vaya a haber un nuevo modelo de financiación autonómica, pues nadie ignoraba que sería imposible sacarlo adelante con la actual composición de las cámaras. Lo significativo es que haya decidido no intentarlo. Ciertamente, con solo 85 diputados Pedro Sánchez no tiene muchas balas en la recámara: tal vez por eso ha optado por no gastar una de ellas en una batalla que considera perdida.

Bajo pabellón andaluz

Como cabía esperar, la oposición conservadora apenas dejó pasar unas breves horas antes de lanzar toda su artillería no tanto contra Sánchez como contra Susana Díaz, que ha convertido la reclamación de un nuevo modelo de financiación en su principal bandera reivindicativa, hasta el punto de convencer a 101 de los 109 diputados autonómicos de navegar todos juntos bajo tan noble pabellón.

El amplísimo acuerdo parlamentario que ayer era una fortaleza del Gobierno andaluz para exigir a Mariano Rajoy un nuevo modelo de financiación no es que hoy se convierta en una debilidad, pero sí que se vuelve contra Díaz en tanto que estrecha su margen de maniobra para esquivar o al menos amortiguar el choque con Madrid.

Por una negociación seria

El consejero de Hacienda Antonio Ramírez de Arellano lo decía esta misma mañana en los micrófonos de Canal Sur Radio: “Planteamos iniciar una negociación seria, transparente y responsable; no es fácil pero no creemos que se deba eliminar de la mesa, e insisto: no defendemos la visión del Gobierno andaluz o del Partido Socialista, sino la del Parlamento de Andalucía”.

Siempre con buenas palabras, el sucesor de la ministra Montero al frente de la Consejería de Hacienda dijo también estar “a la espera de que el presidente reciba a los presidentes autonómicos y concrete su propuesta de mejoras”.

Alta traición

“Traición a Andalucía”, tronaba ayer el presidente regional del PP, Juanma Moreno, hasta anteayer más bien poco –o incluso nada– combativo en esta materia, consciente de que sus adversarios utilizarían contra Mariano Rajoy todo cuanto dijera.

“Mala noticia”, decía como esponjoso reproche el coordinador andaluz de IU, Antonio Maíllo, que, al contrario que Moreno, midió mucho sus críticas al presidente. Incoherente fue lo más grave que le dijo a Sánchez.

Todos han cambiado

El cambio político en España ha trastocado posiciones y dinamitado discursos: quienes antes militaban entre los blandos ahora lo hacen entre los duros, y viceversa.

El PP era blando y ahora es duro. El PSOE era duro y ahora tendrá que blandear un poco, procurando que se note lo menos posible. IU y Podemos también guerreaban contra Madrid en el bando de los duros, pero ahora rebajan su tono a la espera de ver en qué para la relación, hoy más bien amistosa, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Los naranjas, por su lado, hacen rancho aparte. A Ciudadanos no lo inquietan demasiado las largas del presidente: a fin de cuentas, son una formación genuinamente jacobina y esta de la financiación no es su guerra.