Según fuentes de la patronal de la hostelería malagueña, no todo lo que reluce es oro y es que, en la Feria de Málaga hay camareros, cocineros, porteros, personal de limpieza y relaciones públicas que están cobrando entre 700 y 1000 euros los ocho días que dura el evento en sí, por jornadas laborales de ocho horas, lo cual debería alcanzar un monto de salario mensual de 1.800 euros.

El nuevo récord de 115.000 trabajadores contratados en la provincia este mes de agosto, de acuerdo con fuentes de la patronal del sector, supone un crecimiento de 5.000 empleados con respecto a las cifras de julio, pero tiene una cara B por mostrar.

Se trata de una realidad paralela, un variopinto submundo que nos invita a reflexionar sobre el dinero y el precio que se paga por ganar dinero (extra). Y es que alguien se tiene que sacrificar para que los demás disfruten de la Feria. Cuando todo el mundo degusta la rica paella de cortesía o duerme para continuar la fiesta al día siguiente, hay un grupo de héroes sosteniendo el ecosistema que hace posible la fiesta de la forma más estoica que existe.

Desde primera hora de la mañana, los camiones aparecen por el Cortijo de Torres para reponer todo lo que se ha consumido durante el día anterior. Desde barriles de cerveza, bebidas espirituosas a cajas de refrescos invaden el aparcamiento que la noche anterior fue ocupado por miles de personas que hacían botellón.

“Tenemos unas cuatro horas para reponer más de 60 casetas”, comenta un operario de Coca-Cola y Heineken. Los operarios trabajan a destajo en el reparto y la jornada se hace especialmente dura. Además, las empresas que subcontratan esta labor pueden ser sancionadas si el trabajo no se termina en las horas estipuladas para el reabastecimiento.

“El miércoles acabamos a las seis de la tarde y nos dieron el aviso de que, si volvía a ocurrir, nos multarían. Es muy difícil trabajar en estas condiciones”, cuenta uno de los caseteros. Jornadas largas de cara al público. Un público que está divirtiéndose cuando el resto trabaja. Con sus más y sus menos, la mayoría de personas que trabajan en la Feria de Málaga saben a lo que vienen, pero ello no justifica la precariedad.

“Los señores mayores son los que suelen soltarte los comentarios más desagradables”

Relaciones públicas de la caseta Tentadero que echan unas seis horas diarias, reconocen que se les hacen pesadas, porque siempre hay gente que viene bebida sin encontrar el límite -sobre todo con las chicas-. Salvo eso, no obstante, admiten que es agradable trabajar en la Feria: “Aunque mucha gente pueda pensar lo contrario, los señores mayores son los que suelen soltarte los comentarios más desagradables. Los jóvenes son bastante respetuosos”, :dice una de las trabajadoras de la Feria de Málaga.

Por otro lado, la Policía suele estar bastante cerca del único punto de venta legal de tabaco que hay en kilómetros, lo que hace que un foco de gente ebria busque saciar su mono de nicotina. Pese a tratarse de un tradicional punto caliente, no parece haber habido ningún problema este año. “El año pasado no teníamos rejas ni tanta seguridad y robaron un par de veces”, contaba el propietario del estanco.

A pesar de la cara B, donde la incertidumbre financiera es un tema candente para muchos, otros encuentran oportunidades para aumentar sus ingresos y mejorar la calidad de vida. De dudosa mejora a golpes de salarios por debajo de los 1000 euros, hay un grupo específico de personas, como son las “caseteras”, que durante las épocas festivas recorren las calles, los pueblos, las playas y las ferias para ingresar un dinero extra.

Desde puestos de alimentación hasta servicios de música en vivo, hay mucho trabajo disponible para aquellos dispuestos a trabajar duro. Aunque de manera precaria, hay quienes parecen convertir las vacaciones del resto en una oportunidad para asegurarse un complemento económico.

Si a la precariedad de la otra cara de la feria, le sumamos los precios desorbitados, el declive de fiesta en calle Larios y sitios cercanos como la plaza Uncibay, que eran los lugares claves en los que otros años había música que ahora prácticamente ni se escucha, que la gente al ver ésta cortada a las seis de la tarde se ve obligada a tener  que coger vehículo para ir de la Feria del Centro -de día-  a la Feria en el Real -de noche-, hace que sea mejor irse al Real y estar allí hasta que quieras acabar la fiesta.

A estas circunstancias se le juntan los conciertos: otros años había en distintos puntos del centro, pero este año han sido cancelados a última hora, con el argumento de que es mejor el Real que la calle Larios, puesto que esta última “es para los extranjeros”.

No parece que todo lo que reluce en la Feria de Málaga sea digno si se tiene en cuenta la precariedad, los elevados costes de los víveres y la gestión de la misma, a pesar de seguir siendo una oportunidad de generar empleo e impactar positivamente en la economía malagueña.