Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía y del PP regional, decía esto este viernes en Salamanca en un mitin en apoyo al candidato de su partido, Alfonso Fernández Mañueco, a las elecciones de Castilla y León del próximo 13 de febrero:

“¿Tú sabes cuando un estudiante va a una prueba y está nerviosito perdido, que le tiemblan las piernas, y dice ‘pasa tú delante que a mí me da la risa’. Yo estoy así… Me decía [Alfonso Fernández Mañueco]: ¿tú cuando vas a convocar? Y yo le decía: ‘venga, tira tú primero’, pero ya que va primero por lo menos que vaya bien, por compañerismo tiene que ayudarme a mí también… A ver si voy a encontrarme con un susto el 13 de febrero…”

Hay cosas que solo pueden decirse en público sin riesgo alguno si se tiene una cierta gracia natural para decirlas, de modo que la audiencia simpatice de inmediato con el tono liviano en que se están diciendo. Los empleados que sienten obligados a reírle los chistes a un jefe que se cree gracioso sin serlo lo saben bien.

Cuando Juan Manuel Moreno bromea con algo serio acaba descolocando a quienes le escuchan, por una parte impelidos por cortesía a la risa forzada pero, por otra, embarazosamente conscientes no ya de la falta gracejo del presidente, sino de que, sin ser consciente de ello, el hombre está revelando sobre sí mismo mucho más de lo que él mismo calculó cuando ensayaba airosamente ante el espejo esa parte creativa de su intervención.

Y aun con todo, bien por Moreno: un poco de ironía, un cierto humor honesto y vago redime momentáneamente a cualquier político, gente que suele tomarse demasiado en serio a sí misma porque su oficio es el poder, a su vez un negocio que admite pocas bromas.

No ha nacido ciertamente Moreno para triunfar en El Club de la Comedia. Ni falta que le hace, por otra parte. El escenario de su actuación del viernes era el Hotel Bardo Recoletos Coco, de Salamanca, donde el PP castellanoleonés organizaba su primer gran mitin de arranque de una campaña que se presagia más reñida de lo que calculó Mañueco cuando, sorpresivamente, destituyó de su Gobierno a los consejeros de Cs y convocó elecciones adelantadas apelando a una inexistente amenaza de traición de los naranjas.

La idea era repetir la audaz y exitosa jugada con la que Isabel Díaz Ayuso dejó en mayo pasado al PP a un tiro de piedra de la mayoría absoluta, con Vox neutralizado y Cs expulsado de la Asamblea de Madrid. Al adelantar, seguramente instigado por Génova, no contaba Mañueco con que ni Castilla es Madrid ni él es Ayuso.

¿Tiene Juan Manuel Moreno motivos para esa inquietud que dejó entrever cuando bromeaba sobre el desenlace del 13-F? Ciertamente, los sondeos le son favorables, pero seguro que no olvida que también lo eran para el PSOE andaluz el 2 de diciembre de 2018 y Susana Díaz acabó defenestrada. Vox dio entonces una campanada que las encuestas no previeron, certificando por primera vez que en ocasiones las simpatías ultras vuelan por debajo de los radares demoscópicos.

El “susto” que Moreno teme encontrarse el 13-F en Castilla y León se llama Vox: si el partido ultra escala posiciones hasta convertirse en imprescindible y con todo el derecho a entrar en el Gobierno regional presidido por el PP, esa circunstancia marcará el tono y el clima de las elecciones andaluzas, cuya fecha Moreno aún no ha revelado pero se adivina cada día más cercana. Si ese día Mañueco necesita a Vox, el 13-F habrá sido una decepción para él, un fracaso para Casado y un aviso para Moreno. Y, paradójicamente, una esperanza para izquierda andaluza, que tendrá en el éxito de la ultraderecha un valioso resorte para movilizar al electorado que en 2018 le dio la espalda.

A estas alturas, ya nadie toma en serio que las elecciones andaluzas puedan posponerse al otoño. Es casi seguro que se celebrarán como muy tarde en junio, probablemente antes. Si el 13-J Mañueco lograra un éxito equiparable al de Ayuso, lo lógico es que Moreno se apresurara a convocar para repetir la jugada en Andalucía.

Pero es que si Vox experimentara una fuerte subida e impidiera así el triunfo holgado con que sueña el PP, el presidente andaluz también tendría una buena razón para apretar el botón electoral, pues demorar más el adelanto sería arriesgarse a que Vox, subido en la ola del éxito castellano, anegara sin remedio territorios andaluces que el PP creía seguros.