En política no hay que disputar todos los partidos, sino más bien aquellos en los que se tiene alguna posibilidad o bien de ganar o bien de incomodar al adversario. O al menos de meterle siquiera ese gol del honor con el que los perdedores endulzan mal que bien la amargura de una abultada derrota. 

El Pleno de ayer del Congreso de los Diputados con la comparecencia de Rajoy sobre el caso Gürtel, forzada por el PSOE y Podemos, fue uno de esos partidos cuya celebración la oposición de izquierdas nunca debió provocar.  Esta vez, el pronóstico que había hecho Ciudadanos dio en el clavo: el formato de los Plenos favorecía descaradamente al presidente, y este supo aprovecharse de ello. Rajoy salió de la Cámara más ufano de lo que entró.

Todo a favor de Rajoy

Superado con éxito, por la falta de pericia de sus interrogadores,  el comprometido trago de jugar en el campo contrario de la Audiencia Nacional, Rajoy acudía al Congreso con la tranquilidad de que el árbitro, el reglamento, el calendario y la mitad de la grada le eran favorables. Lo de ayer fue para el presidente coser y cantar.

Como esos boxeadores en buena forma pero algo torpones que se pasan todo el combate lanzando feroces puñetazos… al aire, Pablo Iglesias y Margarita Robles no consiguieron que ninguno de sus golpes impactara en el rostro o en el hígado del presidente. Ni siquiera en las costillas.

Amarrado al mástil del ‘No es no’ con el que ganó brillantemente las primarias, Pedro Sánchez no puede ceder ni un milímetro a Podemos en la batalla para ver cuál de los dos es más anti PP, aun cuando eso le lleve en ocasiones como la de ayer a organizar becerradas parlamentarias en las que finalmente el PSOE hace de vaquilla y Rajoy de matador consagrado. Sánchez debe tomar buena nota del error. Iglesias, también.