El presidente del PP andaluz y de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, no compareció la noche del domingo para dar cuenta de los resultados obtenidos por su partido en las legislativas. Lo hizo su número dos, Loles López. Moreno tenía buenas razones para una espantada que resultó, en el mejor de los casos, poco elegante en un momento político extremadamente delicado para las siglas refundadas por José María Aznar.

Para evaluar esas buenas razones hay que retrotraerse a las elecciones generales de diciembre de 2015 y junio de 2016. En Andalucía, en las primeras el PSOE le ganó al PP por solo un diputado de diferencia –22 frente a 21– y en las segundas los conservadores lograron imponerse con 23 diputados frente a 20 socialistas.

En ambos casos, el presidente del PP se apresuró a sacar pecho culpando a Susana Díaz del retroceso socialista: “El efecto Susana Díaz se ha desinflado. Le pedimos a Díaz que pase página, que interprete los resultados y que empiece a trabajar de una manera distinta y con otros objetivos. El PP ha ganado las elecciones en Andalucía y Díaz las ha perdido".

Un voto ideológico

Todo lo que entonces Moreno le dijo a Díaz podrían habérselo dicho a él ahora sus adversarios, aunque ni él tenía razón entonces ni ellos la tendrían ahora. Las elecciones generales tienen una lógica propia y distinta a la de las autonómicas, aunque ello no exime a los responsables regionales de los partidos del deber de asumir como propios los resultados, que es precisamente lo que no hizo anoche el presidente del PP.

Para Carmen Ortega, profesora titular del departamento de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada, la lectura que hay que hacer de los malos resultados andaluces del PP no difiere de la que debe hacerse para el resto de España: “Lo que nos están diciendo estos resultados es que el voto del 28-A ha sido muy ideológico y que el giro del PP a la derecha ha sido un error porque ha perdido el voto liberal y de centro, que se ha ido a Ciudadanos, y porque ha perdido voto extremo, que ha preferido el original antes que la copia”.

El perfil de Moreno, notoriamente más moderado que el de Pablo Casado, no ha operado como contrapeso de la estrategia de Génova en el electorado andaluz. Tal vez porque, pese a encuadrarse en su día en las filas de Soraya Sáenz de Santamaría, al presidente andaluz le cuesta hacer ostentación pública de esa moderación en la que muchos observadores ven la salvación del PP a medio plazo. 

Inquietud de los alcaldes

Algo parecido a la profesora Ortega parece opinar el alcalde de Málaga, Francisco de la Torres, para quien su partido “ha descuidado el centro y la transversalidad” que le han permitido ser la primera fuerza en la ciudad desde hace más de dos décadas.

Ayer el PP perdía en la capital de la Costa del Sol su posición hegemónica en el recuento general de partidos y en el particular de la derecha: Ciudadanos aventajó al PP en casi 15.000 votos, y lo mismo sucedió en Cádiz y Huelva. En el resto de capitales andaluzas el partido naranja le pisa los talones al PP.

Vox huele sangre

A Moreno no va a salirle gratis la debilidad mostrada el 28-A por su partido ante el acoso de Ciudadanos por su izquierda y de Vox por su derecha. Recordemos los datos andaluces de ayer en la derecha: Ciudadanos, 808.865 votos; PP, 785.199 votos; Vox, 611.220 votos.

La inquietud en las filas populares está sobradamente justificada: en solo tres años han perdido 641.000 votos que además no han ido a la abstención, sino a sus competidores directos.

El líder de la formación ultra, Santiago Abascal, le hacía hoy mismo esta advertencia al presidente andaluz: "No se está cumpliendo lo firmado y eso va a tener un efecto en los próximos meses cuando haya que aprobar los presupuestos, no tengo ninguna duda".

Dado que la suma andaluza de las derechas no se repetido en la pizarra nacional, Abascal y los suyos se sienten con las manos libres para apretarle las tuercas al Ejecutivo autonómico. Ya no necesitan, como hasta ahora, guardar las apariencias: los dirigentes de Vox y su electorado le han perdido el respeto al PP del que provienen y eso puede tener consecuencias desagradables para el Gobierno del 'moderado' Moreno.