Casi al mismo tiempo que se iniciaba en Madrid la Cumbre del Clima, se clausuraba en Londres la cumbre del setenta aniversario de la OTAN. Mientras que a la primera le costará mucho trabajo conseguir acuerdos concretos en la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global, la segunda terminó con el compromiso de sus 29 países miembros para aumentar en 360.000 millones de euros sus presupuestos de defensa en los próximos cuatro años hasta 2024. 

Aunque el lema de la COP 25 es “la hora de actuar,” qué se puede hacer realmente por el clima si el dinero que se le escatima a la transición energética a las energías renovables se malgasta en armamento o se invierte como nunca en nuevos proyectos de explotación de petróleo, gas y carbón, como acaba de denunciar el periódico inglés The Guardian. Desde la firma en 2015 del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, los bancos de inversión con mayor volumen de negocio han inyectado 700.000 millones de dólares en empresas petroleras, gasistas o carboníferas. 

La salida a bolsa de la compañía estatal saudí Aramco es otra mala noticia para el clima. Con estos mimbres parece difícil que el nuevo Acuerdo Verde Europeo propuesto por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, encuentre los apoyos financieros públicos y privados  necesarios para hacer realidad la Economía Circular por la que tanto se suspira.

El nuevo Acuerdo Verde que plantean, también, varias de las aspirantes demócratas a la presidencia de Estados Unidos debería ser universal y ser promovido por la ONU como consecuencia lógica de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La transición justa de la que hablan las organizaciones sociales y sindicales no será posible sin una apuesta clara y rotunda por el desarme y la desnuclearización, como ha recordado el Papa Francisco recientemente.

La movilización ciudadana no debe limitarse a la toma de la calle con marchas y concentraciones, debe consistir sobre todo en la presión constante a los partidos, a los empresarios y a los bancos para que dejen de apoyar con sus decisiones todo lo que fomenta la desigualdad y el desastre climático.