Desde luego está fuera de toda duda que tenemos el calendario occidental cristiano hincado hasta las trancas en el corazón, como las estacas de los vampiros, y que cumple en nuestra vida y nuestra sociedad la misma función que el callejero, el sistema denominativo de los hospitasles, las iglesias, los aerropuertos y demás accidentes urbanos: sirve para adoctrinarnos en educación para la ciudadanía y en el sometimiento a la ideología conforme. ¿Adolfo Suárez? Un gran Presidente; ¿Federico García Lorca? Un gran escritor; ¿Ruiz de Alda? Un militar fascista; ¿Licinio de la Fuente? Un ministro franquista que, además, era bizco; ¿Severo Ochoa? Un famoso investigador; ¿Juan XXIII? Un papa bueno y Tierno Galván un estupendo alcalde socialista de Madrid. 

De este modo, los gobiernos nacional y regionales y los ayuntamientos conmemoran los méritos de sus ciudadanos ejemplares dando su nombre a calles o plazas, aeropuertos, hospitales, rotondas, avenidas y demás enclaves locales tratando de hacer pedagogía de la historia común cosa que no siempre se consigue en la misma medida, o porque han camiado los valores ejemplares de la sociedad (caso de los personajes del Régimen anterior) o porque se ha perdido la memoria de los hechos relevantes que se les asignan (Concepción Arenal era una escritora hoy poco conocida), o porque son personas demasiado pegadas a las particularidades locales o sectoriales (Núñez Blanca) si tiene algo que ver con el deporte pero no lo recordamos exactemente...  

Pues como decía, el calendario es el territorio cronológico donde se cuelgan los hitos individuales y colectivos que son suceptibles de rememorarse por la supuesta ejemplaridad de sus protagonistas y, de camino, sirven para adoctrinarnos sociopolítica, religiosa y culturalmente y para atraparnos en la maraña ideológica de lo conforme y ejercitar la práctica social del regalo como rezaba el lema de Galerías Preciados heredado luego por el Corte Inglés, Zara y Mango, etc. De este modo nuestras onomásticas y cumpleaños se diatribuyen aleatoriamente por el calendario y luego están las fiestas colectivas de primavera, verano, otoño e invierno algunas reduplicadas en puentes y acueductos, todas tan estratégicamente distribuidas como la Inmaculada y el día de la Constituición, que se parecen al juego de La Oca, o como los días grandes de la Semana Santa, cuando  no se podía cantar porque estaba el Señor muerto, o de la Navidad, cuando había que cantar por todo lo contrario. El caso era aborregarnos celebrándolo dócil y conformemente, como Dios manda. Y ahora también llevamos engollipándonos por la ingestión masiva de holaldrinas, mantecados, turrones y mazapanes desde antes de la Virgen del Pilar, día de la Raza, y del día de los Difuntos y de los Santos, ahora cada vez más Hallowin, aunque mezclándolos con buñuelos de viento y huesos de santo, etc. Sin olvidar san Antón, el Carnaval, la Cuaresma, las fiestas de la primavera, las Cruces de Mayo, el mes de las Flores y de la Virgen María, san Anronio bendito, búscame un novio, y del verano, san Juan Bautista, san Pedro y san Pablo, Santiago y Santa  Ana, dulce nombre de María, etc, etc. 

Nisiquiera en Italia tienen el calendario festivo tan preñado de efemérides como nosotros. Y ahora, las comidas de empresa pública o privada, las asociaciones con y sin ánimo de lucro, deportivas, religiosas, modernas y tradicionales, todo, absolutamente todo sirve de excusa para reunirse y zampase una cena fría o una comida caliente, a la salud de uno y de todos con motivo del espíritu de la Navidad ahora que to er mundo eh güeno y que, si no lo es, debe serlo por la cuenta que le trae en estos días fraternales cuando hasta la prensa le ríe las gracietas a Ana Pastor, la presidenta del Congreso de los Diputados, la que nos dejó a los granadinos a dos velas, sin Fomento, sin trenes y sin paciencia cuando era ministra, que entre lo nuestro y el accidente del Ave en Compostela, se ganó el ascenso a los ojos de Rajoy y, encima, permitiendo y promoviendo los chistes promiscuos de Iglesias y Errejón comiéndose los morritos; y Ana riendo y Rajoy callado, como siempre. Y Celia Villalobos tan graciosa, explotando su condición de consorte del gurú electoral por la que nadie se atreve a echarla del todo conlo merdellona que es. Y Rivera, como si nada con los incumplimientos, pajaricos con la madre que es blanca Navidad.

Y luego están las paranoias y salidas de madre del tal Espiriman, grandes hospitales a gogó, payaseando para lograr el aumento de su audiencia y cobrar más canon de Twitter, Facebook y demás plataformas digitales por sus exabruptos y otras excrecencias de después de cenar, cuando la tripa está ya caliente y revuelta para largar sin miedo. ¡Jesús, María y José! La mula y el buey y loa tres camellos de los Reyes no regüeldarían mejor ¿no? De todas formas acabo de ver un reportaje al respecto en Televisión Española donde se afirmaba sin bochorno que en Madrid ha crecido un 12% la demanda de comidas de empresa en las que participa uno de cada cuatro españoles… con trabajo, digo yo, porque si no...

¿Y los gastos? A beneficio de inventario de la empresa y caiga quien caiga, que esta noche es Noche Buena / y pasado, Navidad, / el otro, los Inocentes / y pasado Dios dirá.

Pues ea, lo dicho, no se queden sin cenar / haya o no empresa solvente / que lo deba de pagar; / tengan salud y billetes / y por ca uno un hospital / donde curarle las neuras / y las tripas castigadas / al bueno de Satanás.