Los líderes políticos son propensos a que se les suban a la cabeza sus triunfos electorales. Algo que suele ocurrir en un plazo que puede oscilar entre unos pocos meses y varios años. Cuando la victoria es por mayoría holgada, el síndrome puede aparecer en unas pocas semanas y esto es lo que le ha ocurrido a Isabel Díaz Ayuso.

Envalentonada por su éxito en las urnas ha desplegado ya su agenda pública en la que Madrid es la única patria grande y libre de los buenos españoles, ha ofrecido asilo y refugio a los que se vean perseguidos por los malos españoles en el resto de las autonomías, ha puesto en cuestión a la Jefatura del Estado y ha denunciado que el orden constitucional está en peligro si Pedro Sánchez sigue en la Moncloa.

Con estos mimbres sobre la mesa, y desplazando a Pablo Casado a un papel subalterno en la oposición al Gobierno central, algunos observadores atentos han empezado a temer por la agenda oculta o la hoja de ruta subterránea de la lideresa de la Puerta del Sol. El primer destape de ese plan secreto ha sido el chiringuito de Toni Cantó para convertir a Madrid en la capital europea del español.

Otras medidas o propuestas que pueden salir a la luz en un futuro no muy lejano son la creación de una policía autonómica y un CMI (Centro Madrileño de Inteligencia), del que ya hubo un precedente en 2009 durante la etapa de Esperanza Aguirre con Francisco Granados, al frente de la Consejería de Interior, que sirvió para espiar a adversarios políticos.

Los indepes catalanes tenían un plan de nacionalidad digital. En el caso de Madrid podría pasar por la creación del DMI (Documento Madrileño de Identidad), una tarjeta muy útil para atraer a todos los interesados en el dumping fiscal de la Comunidad de Madrid.

Una de las discrepancias de Ayuso con Sánchez que ha pasado inadvertida es su desacuerdo con el proyecto de ley de Seguridad Nacional que prepara el Gobierno. No le gusta porque choca con su agenda oculta y su proyecto de policía autonómica que podría tomar el control del aeropuerto de Barajas (una de sus obsesiones durante la pandemia) y terminar con el secuestro de España por parte del okupa de la Moncloa. La hoja de ruta clandestina que venimos comentando es un calco de la de los indepes catalanes.

Si ha llegado hasta aquí podrá pensar, y con razón, que esta columna es de política ficción, pero recuerde que la realidad siempre supera a las fantasías más atrevidas e impensables.