Este lunes 11 de agosto se cumplirán 89 años del asesinato de Blas Infante, ideólogo y padre de la patria andaluza, a manos de los militares del bando golpista en la guerra civil española. Su figura, estudiada con minucia por la historia y por el andalucismo, encarna un importante legado que sigue mereciendo la pena recordar casi un siglo después.
Blas Infante nació en Casares, un pequeño pueblo de la serranía malagueña, en una familia modesta. Su padre, Luis Infante Andrade, era secretario judicial, lo que le permitió cierto acceso a la educación, aunque no sin sacrificios. Su infancia transcurrió entre la observación de las desigualdades rurales y del campo de Andalucía y una profunda sensibilidad hacia la cultura popular andaluza. En 1900, con tan solo 15 años, terminó el Bachillerato y posteriormente se trasladó a Granada, donde estudió Derecho. Allí empezó a tomar contacto con las corrientes regeneracionistas y abrazó las ideas federalistas de Pi y Margall. En 1906 obtuvo el título de licenciado en Derecho y, poco después, aprobó las oposiciones de notaría.
Ya como notario, primero en Cantillana (Sevilla) y luego en otros pueblos andaluces, Blas Infante fue testigo directo de la miseria campesina y el caciquismo. Esta experiencia vital lo empujó hacia una postura ideológica basada en la defensa de los oprimidos, la regeneración de Andalucía y la lucha contra la injusticia estructural, por lo que en 1915 publicó "Ideal andaluz", su obra más influyente, donde expuso por primera vez su visión de un andalucismo integrador: una ideología que rescataba la memoria histórica de Al-Ándalus y aspiraba a la dignificación de la cultura andaluza, en consonancia con los pueblos de España y del Mediterráneo.
El andalucismo como proyecto político y cultural
Infante no fue un nacionalista al uso. Su pensamiento andalucista se fundaba en valores culturales, éticos y sociales que opacaban las pretensiones separatistas: abogaba por una Andalucía libre dentro de una España federal, donde los pueblos tuvieran autonomía para decidir su destino. En este sentido, puede considerarse un precursor del federalismo plurinacional contemporáneo en España. Del mismo modo, promovió el uso de símbolos andaluces (como la bandera blanca y verde y el escudo con Hércules y las columnas), organizó conferencias, escribió ensayos y participó en iniciativas políticas. En 1918, organizó la Asamblea de Ronda, considerada un hito fundacional del andalucismo moderno, ya que allí se reconoció a Andalucía como país y nación y se aprobaron los símbolos nacionales de Andalucía que hoy están recogidos en su estatuto de autonomía.
Por otro lado, uno de los aspectos más debatidos de la figura de Blas Infante es su relación con el islam y la herencia andalusí, especialmente de debate estos días con lo ocurrido en Jumilla y con el incendio en la Mezquita de Córdoba. Fascinado por la época de Al-Ándalus, Infante defendía la riqueza de esa etapa como parte esencial de la identidad andaluza. Nunca renegó de su condición de cristiano cultural, pero se especula, aunque sin pruebas concluyentes, que pudo haber realizado una ceremonia simbólica de conversión al islam durante un viaje a Marruecos.
Más allá de eso, su pensamiento estaba impregnado de un profundo universalismo cultural, que defendía el mestizaje, la tolerancia religiosa y la riqueza de las civilizaciones mediterráneas. También fue un amante del flamenco, el cante jondo y las tradiciones populares andaluzas, que veía como expresiones vivas del alma de su pueblo.
Antifascismo, asesinato y legado
Blas Infante nunca se alineó con ningún partido político de su tiempo. Aunque fue cercano a la izquierda republicana, supo ser crítico con los excesos del centralismo, y durante la Segunda República Española, siguió promoviendo el andalucismo desde posiciones democráticas, reformistas y pacifistas.
Con el estallido de la Guerra Civil en 1936, su figura, de alto carácter revolucionario y renovador, se convirtió en objetivo del bando sublevado. Fue detenido el 2 de agosto por falangistas en su casa de Coria del Río (Sevilla), y poco después, el 11 de agosto de 1936, fue fusilado sin juicio en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona.
La dictadura franquista borró durante décadas su memoria oficial. Sus libros fueron prohibidos y su nombre cayó en el silencio impuesto. Sin embargo, a partir de la Transición, su figura fue recuperada por movimientos democráticos y andalucistas. En 1983, el Parlamento de Andalucía lo proclamó oficialmente “Padre de la Patria Andaluza”, y el 4 de diciembre (día de las manifestaciones por la autonomía en 1977) y el 28 de febrero (Día de Andalucía) se convirtieron en fechas para homenajear su legado.
Su casa en Coria del Río es hoy un museo y lugar de memoria. Su pensamiento sigue vivo, 89 años después, en debates sobre la identidad andaluza, la descentralización del Estado y la dignidad de los pueblos del sur.