Casi en puertas del choque de trenes, atención, Arnaldo Otegi advierte de nuevo para sacar tajada: "Si ellos avanzan en Cataluña, avanzaremos todos".

En estas horas, el escritor Javier Marías apunta con claridad: “Estamos peligrosamente cercanos al franquismo”. El desprecio hacia los derechos de muchos diputados catalanes exhibido en el Parlament confirma que el camino a seguir será el que marque la mayoría secesionista, que desprecia lo que diga el Tribunal Constitucional.

España ha sido un país brutalmente castigado durante muchos siglos. Cuando se había logrado el fin de la dictadura y la Constitución de 1978, más de treinta años después el  sector independentista catalán comenzó  a exhibir su poderío a fin de convertirse en el motor que intentara separar a Cataluña del resto de España.

La situación estalló hace unos cinco años, siendo entonces presidente de la Generalitat Artur Mas. Fue el primero, en apretar el acelerador. Y ahora en el Parlament de Catalunya, la actuación de los bombarderos separatistas ha intentado de nuevo arrasar la legalidad vigente. La forma de aprobar la Ley del Referéndum, a toda prisa,  ha supuesto que nada sirve excepto la suyo.

Los independentistas rizaron el rizo para revestir de legalidad su estrategia parlamentaria. Armados con  argumentos supuestamente democráticos, defienden las leyes que hagan falta para conseguir la autodeterminación. Incluso, la diputada de la CUP Anna Gabriel sintetizó un nuevo concepto jurídico: “Este derecho va más allá del que recoge la Constitución española".

Da igual. Independencia sí o sí. Y en ese camino se pisotea lo que haga falta, con todo el ejecutivo en bloque  firmando la ley para la celebración del referéndum el 1-O. Dicen que es para legitimarlo, si bien se barrunta que en esta puesta en escena tan elaborada, se avecina la ofrenda de los mártires. Parece que en ello estamos.

Ya en 2014 Jordi Pujol bendijo ese camino cuando en una maniobra de libro -para distraer la atención de sus saqueos- defendió la independencia de Cataluña al considerar difícil, si no imposible, la reforma del  Estado. Profeta en su tierra, sin duda.