El pasado 26 de agosto coincidieron muchas manifestaciones a la vez en el Paseo de Gracia de Barcelona. La mayoría asistía para repudiar los actos terroristas de las Ramblas y Cambrils, muchos a preparar el 1 de octubre, un puñado a reafirmar su españolidad, todos a ignorarse. Para un desconocedor de la sociedad catalana, semejante conjunción podría haberse convertido en una mezcla explosiva, pero los catalanes hemos aprendido en estos últimos años a mirarnos sin vernos.

Esteladas y rojigualdas, las segundas en clara minoría, desfilaban juntas como si estuvieran a miles de kilómetros de distancia. Exactamente igual conviven verdades o falsedades, vaya usted a saber a estas alturas si alguien tiene la razón, en una profunda y voluntaria inopia de los del otro lado. Porque lo que sí está meridianamente claro, es que en Catalunya se ha instaurado, no sé si  para siempre, un nosotros y un ellos.

Nosotros han pasado del omnivorismo, al veganismo más radical y proselitista. Se nutren exclusivamente de aquellos alimentos pseudointelectuales que han pasado los controles que imponen los gurús de la secta. Ignoran por completo que hay otras fuentes de abastecimiento más nutritivas, más justas, más sanas. La anorexia intelectual está provocando una epidemia de ceguera nacional.

El 1 de octubre los Nosotros organizarán un referéndum al que no asistirán los otros Nosotros. Nosotros ganarán el referéndum con un tanto por ciento casi idéntico al de la victoria de Nosotros. Es posible que el 2 de octubre Nosotros vivan en un estado independiente de España, de Europa, de la realidad; al tiempo que Nosotros siguen unidos a una España y una Europa irreales. Y ellos, ellos seguiremos esquivando, mientras podamos, los empujones de los Nosotros que no ven por donde van.