Formalmente aún no es la líder, pero materialmente hay pocas dudas de que lo sea. El vacío de poder que sufre el Partido Socialista lo está llenando, con determinación ya indisimulada, Susana Díaz. Si durante la crisis interna que tuvo su punto más álgido en la dimisión de Pedro Sánchez todos coincidían en culpar a Díaz de lo que estaba ocurriendo, era previsible que cuando las aguas de la laguna socialista comenzaran a aquietarse y la densa niebla a disiparse quien había sido un referente principal durante la tormenta continuara siéndolo durante la calma.

Si en lo más duro de la crisis Susana Díaz era siempre noticia para lo malo, ahora empieza a serlo para lo bueno, y no tanto porque haya mucho bueno como porque ha dejado de haber tanto malo. Aunque todo ello a expensas, claro está, de lo que acabe haciendo Pedro Sánchez. En Andalucía, casi todos piensan que lo que pueda hacer Pedro no será mucho, pero aun así se mantienen expectantes hasta ver si, una vez que por fin arranque, el coche con el que prometió recorrer los empedrados caminos de la España socialista tiene gasolina suficiente para tan largo viaje.

Cuarteles de Pedro, peones de Alfredo

Lo cierto es que, hasta ahora, mientras la presidenta andaluza ha venido curándose a toda prisa de las quemadura sufridas en el incendio orgánico, a cuya pavorosa magnitud no fue ajena ella misma, Pedro Sánchez ha permanecido prudentemente retirado en unos cuarteles de invierno que tienen mucho más de invernales que de cuarteles propiamente. Su poder interno está bajo mínimos, máxime no disponiendo de una base territorial propia desde la que lanzar su ofensiva. Aun así, todos saben que es un tipo duro de pelar: este sábado tiene prevista su reaparición de Valencia.

No obstante, en principio en el PSOE andaluz no preocuparía tanto Pedro Sánchez como… ¡Alfredo Pérez Rubalcaba! ¿Pero acaso no era un cadáver y, además, un cadáver en franca retirada? "Con Alfredo nunca se sabe". Ayer mismo, en la presentación en Madrid del libro ‘El desafío del cambio’, sobre el presidente extremeño Guillermo Fernández Vara, Rubalcaba decía entre bromas y veras que si ya resultaba muy complicado llegar a la primera línea de la política, “lo verdaderamente complicado, lo complicadísimo, es irse”. Además de hablar de Sánchez está hablando de sí mismo, debieron pensar muchos en la sala, entre ellos la propia Susana Díaz, presente en el acto. Desde luego, en círculos socialistas andaluces están convencidos de que él no se quiere ir, y mucho menos dejar todo el campo libre a Díaz.

El silencio del ex secretario general del PSOE inquieta a personas de la organización andaluza que le conocen bien: tan bien que se muestran convencidas de que el ministro intentará mover sus peones en ese tablero donde Díaz viene ejerciendo de reina sin corona pero sin discusión. Rubalcaba no quiere ser el rey, naturalmente, pero teme que una Susana Díaz en el trono de Ferraz lo condene a la irrelevancia política. Y es que si hay algo que Rubalcaba teme es, precisamente, dejar de ser Rubalcaba. Desde luego, no es improbable que ansíe el cargo de presidente del partido; tanto como que, llegado el caso, Díaz haga todo lo posible para truncar esas ansias.

Relaciones tormentosas

Durante los dos años en que Rubalcaba fue secretario general socialista, tras ganar el congreso de Sevilla donde Díaz –que entonces aún no era Díaz– apostaba por Carmen Chacón, las relaciones entre ambos fueron, como mínimo, tormentosas. La falta de entendimiento no llegó a los niveles de ojeriza y tensión que alcanzaría con Pedro Sánchez, pero sí fue continua y sostenida, hasta el punto de que Díaz acabaría jugando un papel clave para forzar la renuncia de Rubalcaba tras los malos resultados de las europeas de 2014.

En la calle San Vicente de Sevilla, sede del PSOE andaluz, conjeturan que Rubalcaba podría apostar por un candidato a Ferraz con capacidad para hacer sombra a Susana Díaz en unas virtuales primarias. ¿Patxi López, muy cercano a Rubalcaba, podría ser ese candidato? Podría, pero no necesariamente. Ni tampoco tendría necesariamente por qué haber ese otro candidato patrocinado por el exministro: bastaría con la posibilidad cierta de que pudiera haberlo para así forzar una negociación con la gente de Díaz que, a la postre y como efecto colateral, permitiera una vez más a Rubalcaba eludir la ‘complicadísima’ encomienda de tener que irse.

Dilemas y encrucijadas

Díaz prefiere, desde luego, que no sea necesario hacer primarias porque todos estén de acuerdo en que ella lidere el partido, pero, a poca gasolina que Sánchez logre reunir para emprender su viaje y a pocos peones que Rubalcaba halle disponibles, esa preferencia de la presidenta andaluza difícilmente se cumplirá.

La segunda preferencia de Díaz es que, de haber primarias, haya al menos un tercer candidato. En todo caso, con los datos y las intuiciones de hoy, la victoria de Díaz parece más que probable. Mucho menos seguro es saber cuál será el valor del botín, si heredará una tierra baldía donde nunca más han de granar las semillas de la victoria o heredará una tierra en barbecho que, tras un tiempo de obligado descanso, podrá dar de nuevo frutos.

Lo que sí es seguro es que, de llegar a ella, Díaz compaginaría la Secretaría General del PSOE con la Presidencia de la Junta, aunque nadie sepa con certeza por cuánto tiempo. Sobre ese dilema parece haber opiniones dispares en el PSOE andaluz: mientras unos creen que lo mejor sería que Díaz agotara su mandato electoral haciendo luego coincidir las autonómicas andaluzas con las generales, otros se inclinan por un plazo mucho más breve y opinan que ese doble mandato orgánico en España e institucional en Andalucía sería políticamente insostenible si se prolongara demasiado tiempo. Pero, como diría el expresidente Griñán, para llegar a ese puente y cruzar ese río todavía falta mucho.