Autora de Historia de una mirada y de Eric (cuya traducción al inglés será publicada en Estados Unidos el próximo año), Rebeca García Nieto ha escrito un libro que podemos calificar de "novela" en conjunto, pero que funciona también como una mezcla de relatos y de obra teatral. Una propuesta audaz en tiempos en los que pocos escritores españoles apuestan por salirse de los cauces que dicta el mercado.

Estructurada en dos partes (un dossier y el acta de una sesión), conviene que las resumamos sin caer en demasiados spoilers, pues una de las sorpresas del libro consiste en que el lector tiene sospechas de los territorios por los que va transitando en la primera mitad, pero nunca está seguro de lo que ocurrirá en la segunda.

En "Dossier", la primera parte, encontramos siete relatos disfrazados de confesiones. Son tan distintos entre sí que incluso la tipografía va variando de uno a otro, pero también cambian los estilos, los entornos y el modo de narrar. Es ahí, precisamente, donde la escritora se muestra versátil, demostrando que es capaz de proporcionar voces muy diferentes a personajes muy variados (no nos engañemos: esto no sabe hacerlo todo el mundo, hay autores incapaces de variar el registro cuando pasan del habla de un personaje a otro). Las siete confesiones están escritas, además, desde la perspectiva de quienes no son escritores: por eso escribir cada relato constituye un riesgo aún mayor. Es decir: Rebeca G. N. se ha puesto en la piel de siete personas que no se dedican a la escritura, sino que hacen una especie de ejercicio parecido al de los principiantes de un taller literario. En este segmento se despliegan historias con cierto toque fantástico (por ejemplo el primero, en el que una niña debe jugar ininterrumpidamente a la rayuela, a la pata coja y sin que eso parezca tener fin: Acaba de cumplir ocho años y, por circunstancias de la vida, lleva más de un año obligada a jugar una partida de rayuela que aún no tiene visos de acabar), con total sumisión a las comunicaciones actuales (en el relato en el que los jóvenes participantes charlan en redes sociales), con tono jurídico (el abogado que adapta su circunstancia a un recurso judicial), por citar tres de ellos. Tras cada historia, el lector sospecha que hay algo en común, que existe alguna vinculación entre los relatos aunque sean tan dispares entre sí, y esa intuición le acompañará durante todo el "Dossier".

Tras este ejercicio en siete direcciones, el lector entra en el segundo bloque del libro: "Acta Sesión #10", que se desarrolla como un guión de cine o una obra de teatro, aunque sin acotaciones. Es en estas conversaciones cruzadas donde la novela cobra ya su sentido: los personajes anteriores están juntos, y lo están por un motivo común: el dolor. Y tras el dolor vamos descubriendo los padecimientos que hay detrás. No sería conveniente desvelar el resto. Si leyéramos las dos partes de manera aislada nos encontraríamos con un atractivo abanico de relatos o con un diálogo a varias bandas; al unirlas, al entrelazarlas, el resultado es esta novela que escapa a las etiquetas actuales.

Las Siete Vidas del Cangrejo se despliega, así, como un dispositivo de biografías de gente a la deriva. Personas que deben luchar. Gente que no renuncia. Como dice uno de los personajes: Nunca sabemos si vamos por el camino correcto. Es como en la vida, tomamos decisiones, el azar nos lleva a unos sitios en lugar de a otros, pero no sabemos si vamos bien. Lo importante es que caminamos. ¿Qué hay tras el dolor? ¿Hasta dónde alcanza la servidumbre de quienes lo padecen? ¿De qué manera trastoca una mente? Las respuestas las podemos hallar en los ejercicios de quienes se confiesan: en sus textos confluyen los temores, las luchas internas, el desaliento o la esperanza. Porque estamos ante un libro que habla de temas ante los que la sociedad prefiere esconderse o mirar hacia otro lado.