Alicia Kopf, pseudónimo de Imma Ávalos, ya había publicado el libro de relatos Modos de (no) entrar en casa en 2011. Con la versión original de Hermano de hielo, escrita en catalán, obtuvo el Premio Documenta en su edición de 2015. Luego llegarían el Llibreter 2016 y la traducción al castellano, que ahora edita Alpha Decay con su habitual finura: es de agradecer que aún queden editores que respetan las decisiones artísticas del autor, tales como la inclusión de imágenes, de dibujos o de carteles originales de cine.

Hermano de hielo está dividido en tres partes y rinde tributo a varias clases de exploradores: a quienes se embarcaron en las peligrosísimas expediciones para conquistar el Ártico y la Antártida (en la primera parte: "Los héroes congelados"); a su familia, especialmente a su madre y a su hermano, que ha tenido que afrontar los escollos de un trastorno psicológico (en la segunda parte: "Biblioteca sobre icebergs"); y a la propia autora, que decide viajar a Islandia tras años de dificultades económicas y crisis sentimentales (en la tercera parte: "Islandia, geología interna"). Todos estos temas los baraja Alicia Kopf para aventurarnos en un libro de no ficción que conjuga con fluidez la autobiografía con el ensayo.

En la primera parte, la narradora nos habla de sus exploraciones (notas, lecturas, selección de noticias, curiosidades…) y nos avanza uno de los dolores que constituyen el motor del libro: Mi hermano es un hombre atrapado en el hielo. Ese hielo al que se refiere es el autismo y su impedimento para comunicarse de manera natural; el autismo y las situaciones que se derivan de esa fisura: Así pues, mi madre es una exploradora polar, y arrastra a mi hermano en su trineo. Y el hielo también se convierte en metáfora de la vida de la escritora, al estar atrapada en derivas económicas y emocionales. Uno de los personajes de Los reconocimientos (de William Gaddis) afirmaba que, para una mujer, todo resulta más difícil dado que la sociedad está encima para observarla y presionarla. Alicia Kopf nos demuestra sin tapujos lo que significa ser una mujer joven que quiere sobrevivir creando arte (escritura, exposiciones, etcétera): las servidumbres a las que a veces hay que someterse para ganar el jornal, los clichés en los que te instala el resto si no cumples ciertos patrones (por ejemplo: creer que un profesor no puede ser escritor), los problemas para llegar a fin de mes. Pero también las espinosas relaciones con los progenitores y con las parejas. En este apartado inicial la autora se centra más en las trabas de los exploradores para recorrer los paisajes helados y nos relata algunas de las historias de Cook o Shackleton partiendo de ciertas imágenes que la deslumbraron.

En la segunda parte hay una inmersión casi total en el terreno autobiográfico: en la trayectoria vital que ha llevado a Alicia Kopf a ser quien es. O, dicho de otra manera, en cómo nuestras vivencias de infancia y juventud determinan o configuran nuestra identidad: He puesto el pie sobre hielo muy fino. Primero he resbalado. Ahora me hundo. El periplo lleno de azares (discusiones inesperadas con los padres, trabajos ocasionales que acaba abandonando, amantes inseguros) desemboca en el viaje de la tercera parte: ese trayecto hasta una región alejada para entenderse a sí misma o para buscarse, constituye también un intento de confrontar una serie de metáforas con la realidad. Es ahí donde confluyen la exploración interior y la exterior. Después de indagar en el territorio de los aventureros y en las arenas movedizas de lo familiar, es de justicia que el escritor (la escritora, en este caso) mire hacia dentro y complete su búsqueda en paisajes lejanos. Lo decía Gérard Imbert en Cine e imaginarios sociales: El viaje, pues, permite superar los límites, para bien y para mal: para bien cuando uno hace cosas que no hubiera hecho normalmente; para mal cuando uno se pierde en su recorrido o descubre su parte maldita, pierde la noción de los límites.

Alicia Kopf ha escrito un libro hermoso, que nace de la incomunicación y de las heridas que vamos sufriendo en las primeras décadas de vida, y en el que no faltan las referencias al cine, a la literatura y a la Historia. El hielo como metáfora de aquello en lo que a menudo estamos atrapados, impidiendo a veces que avancemos pero sabiendo que nunca deberíamos rendirnos.