Abrir el grifo y que no salga agua. Esa es la angustiosa sensación que están viviendo los ciudadanos de varios municipios del sureste peninsular y Baleares sometidos a restricciones de uso ante la sequía que sufren sus comunidades.

Solo hay que echar un vistazo al mapa de precipitación de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) para comprobar que la sequía está empezando a avanzar en la mitad este de la península y Baleares, algo que está afectando severamente a las reservas de agua de los territorios más afectados.

Así, mientras la media de agua embalsada en España está en el 70% de su capacidad, la cuenca del Júcar se encuentra exactamente a la mitad de esa cifra: a tan solo un 35% de su capacidad total. En Castilla-La Mancha los embalses están al 39%, en la Comunidad Valenciana el nivel de las reservas ha bajado hasta el 28% y en la Región de Murcia se ha situado en un inquietante 21%.

Como consecuencia, si no llueve pronto las restricciones para el agua de riego, el mantenimiento urbano y los usos lúdicos pueden irse generalizando durante las próximas semanas en estas comunidades. Y las previsiones de lluvia no son para nada optimistas.

Por todo ello es preciso reinterpretar el refranero para adaptarlo a la nueva realidad del agua en nuestro país y proclamar que, a partir de ya: “agua que no has de beber, no la dejes correr”.

Mientras la situación de nuestras reservas hídricas se ha ido reduciendo en los últimos años, especialmente en el sureste peninsular, el aumento de la demanda no ha dejado de crecer, lo que nos obliga a enfrentarnos a un escenario caracterizado por la escasez dónde el acceso seguro a este recurso vital va a depender del uso que hagamos de él.

¿Significa eso que debemos renunciar a los diferentes servicios que nos viene prestando el agua en estos últimos tiempos? La respuesta es NO: en absoluto. Lo que sí que empieza a ser imprescindible es adaptarnos a la nueva realidad del agua en nuestro país, razonarlos y alinearlos por orden de prioridad.

Esa nueva realidad del agua en España, marcada por el avance de los efectos del cambio climático en la región mediterránea, nos obliga a hacer un uso más responsable del recurso. Un consumo basado en la moderación, la eficiencia y el aprovechamiento de todas las oportunidades de ahorro: desde la implantación generalizada de sistemas de riego gota a gota en el campo, hasta el aprovechamiento de las aguas freáticas en el mantenimiento urbano o la instalación de depósitos de aguas grises en las viviendas y otros sistemas de ahorro en las viviendas: en todas las viviendas, y no tan solo en las de nueva construcción.

El respeto debe ser la característica común a la hora de utilizar el agua en España, con independencia del entorno en el que la manejemos: ya sea doméstico, urbano, agrícola o industrial. Porque la principal reserva de agua es el ahorro, debemos de recurrir a ella para hacer frente a éste y los próximos episodios de sequía que nos aguardan.